La ansiedad está constantemente presente, pero siempre viaja oculta, escondida en emociones con las que es fácil confundirla, como el miedo. Para destapar su presencia es útil saber que el terror aparece como una respuesta adaptativa del organismo, mientras que la ansiedad se caracteriza por ser anticipatoria, amén de desproporcionada. Es normal tener miedo a la oscuridad cuando uno tiene que atravesar, de noche y a solas, un parque donde nadie oiría tus gritos de auxilio; pero si los nervios comienzan una semana antes de que uno tenga que hacerlo, y le resulta imposible sacarse de la cabeza la idea de que va a tener que internarse en ese parque, todo indica que tiene un problema psicológico.
"La dificultad del diagnóstico de ansiedad radica en que los niños no saben explicar cómo se sienten y recurren a un cambio de comportamiento que hay que saber decodificar", explica la psicóloga infantil Bárbara Zapico. Los padres pueden buscar esos cambios en la conducta para discernir si este trastorno está condicionando la vida de los pequeños. "Puede manifestarse a través de un aumento de las rabietas o de una tendencia al aislamiento", explica Zapico.
Los dibujos son un clásico en la detección de problemas psicológicos entre los más pequeños, pero la psicóloga advierte de que "son útiles desde el punto de vista de que a los niños les cuesta expresar sus emociones, pero no hay que buscar significados a cada dibujo que hacen. No es extraño que manifiesten inquietud por temas como la muerte y que lo representen en algún dibujo". Y zanja: "Si no se detecta un cambio significativo en el comportamiento, no hay que preocuparse2.
Zapico distingue dos situaciones extremas que exigen consultar inmediatamente al pediatra: el mutismo selectivo, que es cuando el niño deja de comunicarse en situaciones específicas, y los terrores nocturnos, un fenómeno que no debe confundirse con las pesadillas. "Hablamos de gritos, taquicardias, sudores, amnesia del episodio", describe la profesional.