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Tribuna
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El empresariado en el 2030

Debemos recuperar la mejor tradición del capitalismo de corte industrial, el que asume riesgos y se compromete a largo plazo

Trabajadores en la puerta de una Oficina de Empleo
Trabajadores en la puerta de una Oficina de EmpleoPACO PUENTES

El año 2030, Naciones Unidas fija una fecha de referencia para la comunidad global, con la voluntad de erradicar la pobreza, proteger el planeta y garantizar la dignidad a todas las personas. Un propósito articulado mediante diversas prioridades que sitúa la sostenibilidad como finalidad última. Un trayecto que deberá liderar la política, contando con el compromiso activo de los actores más dinámicos de la sociedad, de manera destacada la empresa.

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Los empresarios españoles debemos compaginar ese objetivo global con otros, más cercanos y propios de nuestra economía y sociedad. Tenemos 12 años por delante para consolidar la empresa como eje vertebrador de un progreso compartido y sostenible, generador de riqueza y empleo, comprometiéndonos con Administraciones y sindicatos en ese gran empeño común, de consolidarnos como una economía de valor añadido. La forma con que la empresa española ha respondido a la crisis es el mejor de los estímulos.

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Durante años han dominado las voces que denunciaban la falta de un modelo para la economía española, demasiado orientada a construcción y turismo. La crisis ha mostrado lo erróneo de dicha apreciación, pues han sido los sectores exportadores los que nos han permitido superar los momentos más duros. Nuestras empresas han mostrado una capacidad extraordinaria para internacionalizarse, innovar y adquirir dimensión. Mientras, el sector turístico se ha consolidado y nuestras constructoras se han situado entre las más relevantes del mundo. Disponemos de un modelo económico, que debemos consolidar y perfeccionar.

Para ello, desde las organizaciones empresariales hemos de insistir ante los poderes públicos en la necesidad de contar con un marco laboral que favorezca el empleo estable y, a la vez, garantice la flexibilidad que demandan las circunstancias tan cambiantes de nuestros días; con una fiscalidad que atienda, prioritariamente, a aquellas empresas que apuestan por la reinversión y el crecimiento; y, en general, con unas políticas activas a favor de nuestros sectores productivos, enfrentados al reto de la digitalización.

La política constituye en España la primera amenaza al desarrollo empresarial. Tenemos que aportar una voz clara a favor del diálogo

Pero estas consideraciones han de enriquecerse con aquellos objetivos que Naciones Unidas señala para un mundo que, hoy, se ve sacudido por tres dinámicas. De una parte, una globalización acelerada que transforma ciudades y empresas. De otra, una revolución tecnológica que abre enormes oportunidades, pero no menores riesgos para el crecimiento y la cohesión. Finalmente, una fractura social y un hundimiento de la política tradicional que reflejan el malestar de una sociedad que ve el futuro con pesimismo.

Por ello, desde la empresa nos corresponde contribuir a recomponer nuestra cohesión social, favoreciendo que la economía global encuentre una regulación también global; que la mayor riqueza que puede conllevar la globalización y tecnología alcance a todos; y hacer nuestra la lucha contra la desigualdad. Se trata de rehacer el espacio Atlántico, ese modelo de economía y sociedad que, desarrollada a ambos lados del océano, nos ha proporcionado las mejores décadas de libertad y crecimiento de la historia.

Con ese ánimo, debemos recuperar la mejor tradición del capitalismo de corte industrial, aquel que lidera el empresariado que asume riesgo y se compromete a largo plazo. Un modo de entender la vida económica que requiere de la mejor tradición del sindicalismo, de modo que la buena conducción del legítimo conflicto de intereses entre empresa y sindicato sea garantía de prosperidad y justicia compartida.

Y, sin entrar en el partidismo, hemos de comprometernos en la política, defendiendo nuestros intereses, pero, también, contribuyendo a reparar las enormes fisuras de nuestra democracia representativa. En España la política constituye la primera amenaza al desarrollo empresarial. Y si, hasta hace poco, el problema político catalán era el epicentro de la tensión política, esta va adquiriendo intensidad y complejidad, sumiéndonos en una especie de todos contra todos. A los empresarios nos corresponde aportar una voz clara y moderada a favor del diálogo y el entendimiento.

Tenemos años por delante en los que la mujer debe alcanzar una mayor relevancia en el mundo empresarial, por una cuestión de justicia, ya que su marginación sistemática del gobierno empresarial forma ya parte del pasado, y porque desde que ha tenido la oportunidad ha mostrado su capacidad como empresaria y directiva. Hoy su liderazgo es fundamental para ese mundo que queremos alcanzar en 2030.

Desde Fomento del Trabajo Nacional creemos que de avanzar en este camino conseguiremos que la figura del empresario cuente con ese reconocimiento al que aspiramos. En ello, y en contribuir a esos objetivos que señala Naciones Unidas, nos sentimos plenamente comprometidos.

Josep Sánchez Llibre es presidente de Fomento del Trabajo Nacional.

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