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Columna
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Una flor no trae la primavera

El régimen de Pekín domina el arte de definir un mensaje y transmitirlo homogéneamente con todos sus medios y el de pensar y planificar a largo plazo

Cristina Manzano
El presidente chino, Xi Jinping, durante su reunión con el presidente de Alemania.
El presidente chino, Xi Jinping, durante su reunión con el presidente de Alemania.FRED DUFOUR (AFP)

En 1978 Deng Xiaoping puso en marcha el conjunto de reformas que ha hecho posible la radical transformación de China, y con ella, del mundo entero. En estos 40 años, el país ha desarrollado uno de los mayores experimentos políticos de la historia, el socialismo con características chinas, un proceso que le ha permitido convertirse en la segunda economía global —la primera ya en muchos frentes— y en el que, de paso, ha logrado sacar a más de 700 millones de personas de la pobreza.

Pero el entorno internacional que ha hecho posible tales avances se ve hoy amenazado por un proteccionismo y un aislacionismo rampantes liderados nada más y nada menos que por Estados Unidos. De ahí que China esté desplegando todos sus esfuerzos en defender y asegurar un orden mundial abierto y multilateral. En ese contexto se ha celebrado esta semana el Foro Internacional de Imperial Springs (Cantón) bajo el lema Avanzando las reformas y la apertura; promoviendo una cooperación que beneficie a todos. Organizado por el Club de Madrid —la mayor asociación de expresidentes y ex primeros ministros de países democráticos de todo el mundo— en colaboración con otras entidades, en él han participado 40 líderes políticos y un nutrido grupo de expertos.

Tan relevante ha sido el encuentro para las autoridades chinas que fue inaugurado por el mismísimo vicepresidente, Wang Qishan, uno de los hombres más poderosos del país. Wang hizo una apasionada defensa de lo conseguido en estas cuatro décadas gracias al esfuerzo y el sacrificio del pueblo chino: “Solo las civilizaciones que han sufrido adversidades conocen el valor de la renovación”. Pero también insistió en la determinación y la apuesta por la cooperación en un mundo abierto: “Seguimos comprometidos con la construcción de un futuro compartido para la humanidad. La hegemonía, las políticas duras y el juego de suma cero no son la respuesta”.

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El mensaje de todos los participantes chinos ha sido unánime, una muestra más de cómo el régimen de Pekín domina el arte de definir un mensaje y transmitirlo homogéneamente con todos sus medios y el de pensar y planificar a largo plazo, algo que el cortoplacismo de la política occidental perdió hace tiempo. Un mensaje ratificado tanto por los expertos como por los líderes políticos internacionales. En los tiempos que corren, resulta gratificante escuchar semejante canto al multilateralismo y la cooperación. “Una flor que se abre no trae la primavera; cien flores sí”. Así lo describió Yukio Hatoyama, ex primer ministro, ¡japonés! (¿quién lo iba a decir, estando en China?) la necesidad de trabajar conjuntamente por una globalización ordenada.

Por cierto, también ha sido llamativa la falta de crítica a otros aspectos más controvertidos del reciente desarrollo chino, ya sean ciertas prácticas competitivas o el trato a los derechos humanos. Una nueva fase del debate global.

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