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Migrados
Coordinado por Lola Hierro
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

España es un chollo

Quienes trabajan con menores no acompañados tiene dos opciones: ser agentes de fomento de la resiliencia o del empeoramiento de la conducta. Una reflexión sobre la urgencia de realizar un trabajo serio

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Muchos se siguen preguntando cómo pueden seguir llegando menores extranjeros no acompañados (Mena) a las costas españolas. ¿Acaso no tiene familia? ¿Acaso no tienen miedo? ¿Qué les lleva a venir?

Todas estas preguntas las responde el título que lleva este artículo: las condiciones socioeconómicas de las que gozan los Menas que llegan a territorio español son mucho mejores que las de otros países europeos. En España, la protección al menor es un tema que se toma muy en serio, aunque también existen diferencias abismales entre comunidades autónomas. Esto explica también el anhelo de estos niños en llegar a las comunidades autónomas de Cataluña y País Vasco. Estas condiciones socioeconómicas son, fundamentalmente, protección en cuanto a las necesidades básicas de alimentación, vestimenta y paga; (sobre)protección jurídica y, entre otros factores, recursos económicos y residenciales o de autonomía que ofrecen algunas regiones. Pero ¿vale la pena?

Los menores extranjeros se embarcan en la aventura migratoria emborrachados por las fotografías superficiales que algunos de sus paisanos suben a las redes sociales. En algunas imágenes aparecen chicos apoyados en algún que otro Lamborghini que nunca han podido tocar fuera de sus imaginaciones y de la televisión. ¿Cómo no van a querer venir si sus amigos y vecinos que eran personas normales y corrientes cuelgan fotos con buena presencia y en lugares modernos? Todos quieren probar la miel, aquel gratificante sabor que experimentamos al tocar nuestros sueños. Porque muchos siempre han soñado con pisar el Camp Nou o ver a famosos de cerca.

Además de la fascinación de cumplir los sueños de su infancia y adolescencia, a estos chavales les mueve la separación de su núcleo familiar para disfrutar así de una libertad sin límites ni condiciones. Esto explica que en más de un centenar de centros de protección de menores se hayan registrado altercados, conflictos, amenazas y agresiones a los profesionales que allí trabajan. No son chicos como la mayoría de su edad. Ellos han huido del mundo de la responsabilidad, la educación y el respeto… Han dejado todo esto en sus países de origen junto a sus padres y familiares. Aquí pierden la noción del espacio y tiempo. Si Jamal era un niño tímido, educado y correcto en Marruecos, una vez en España se convierte en Súper Jamal, un adolescente que se encara con todo el mundo para marcar su territorio, porque aquí es él quien escribe su historia, la historia que quiere vivir. Una historia alimentada por la fantasía de ser alguien que nunca había podido (o quizá pueda) ser.

En muchos centros se observan involuciones en el desarrollo de los menores: llegan siendo unos trozos de pan y se van convirtiendo en potenciales delincuentes

En muchos centros se observan involuciones en el desarrollo de los menores: llegan siendo unos trozos de pan y se van convirtiendo en potenciales delincuentes. Esto también tiene mucho que ver con la presión y la deseabilidad social: todos intentan demostrar que son alguien y que no quieren ser pisados por nadie pero, como en las leyes animales, acaba mandando el más fuerte.

Los profesionales que trabajamos con este colectivo tenemos que pensar seriamente el papel que debemos desempeñar en este fenómeno porque con facilidad se puede acabar desdoblando: por una parte podemos ser agentes de fomento de la resiliencia y, por otro, agentes de empeoramiento de la conducta. No todos los profesionales valemos para trabajar con Menas, eso es algo que tanto nosotros, como las empresas y la Administración debemos tener claro. Si realmente nos preocupa el presente y el futuro de estos niños, debemos primero reclutar a un equipo capaz de realizar un trabajo con garantías porque, cuando salgan de los centros de protección, convivirán con nosotros.

Creo que ya va siendo hora de coger el toro por los cuernos y comprometerse a realizar un trabajo serio. Probablemente haya posibles soluciones que no gusten a todos los agentes participes en la gestión de este colectivo pero, no perdamos el norte, mejor pensemos en el futuro de esos menores. ¿Es mejor que se queden aquí o que sean devueltos a sus países de origen? Si se quedan aquí ¿qué garantías tendrán? Por lo contrario, si vuelven a sus países ¿cómo será la readaptación? Esto es un trabajo a realizar en continuo acompañamiento con los aludidos porque hay menores que pueden y quieren aprovechar su estancia aquí y otros que no muestran interés en su futuro y lo que quieren es disfrutar del momento. Queda mucho por trabajo por hacer, empecemos hoy.

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