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harry pater
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘El protegido’| “Baja de ahí que te vas a caer”

Como padre me fascina la voluntad de superación de mi hija, su reivindicación feminista y su rechazo del patriarcado, pero también pienso que tiene tres años y que puede resbalar

Solo si eres Bruce Willis puedes subirte al árbol sin lesionarte.
Solo si eres Bruce Willis puedes subirte al árbol sin lesionarte.

En casa somos muy de Spiderman. Yo llevo toda la vida leyendo sus cómics, viendo sus pelis y coleccionando sus muñecos. Y la niña nos ha salido más de vivir la Spidermanía trepando por todas partes.

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No sé si vuestros hijos se suben por las paredes al estilo Marvel, pero la mía está desarrollando una pasión por las alturas que la lleva a superarse día a día. Y precisamente ahora que ya estábamos en la fase de “la puedo dejar sola en el comedor mientras preparo la cena, que no se puede hacer daño y de aquí no se escapa”.

Desde hace unos meses, cuando vamos al parque le gusta subirse a sitios más altos, en instalaciones infantiles cuya placa dice “recomendado para 6-12 años”. Pero claro, ella como aún no lee, pues pasa de las placas.

Y cuando la voy a ayudar, recitando en una sola frase una polifonía de “cuidado, agárrate bien, vigila, no te caigas”, la niña se enfada con la consigna de “yo sola, yo sola”.

Como padre me fascina su voluntad de superación, su reivindicación feminista y su rechazo del patriarcado, pero también pienso que tiene tres años y pico y que puede resbalar, caerse de metro y medio y hacerme un Mar adentro versión infantil, cosa que me apetece más bien poco.

Mi mujer, que es más intrépida o menos sufridora, disfruta viendo cómo la niña pone a prueba la ley de la gravedad y prefiere darle el margen de confianza sin hacerle de guardaespaldas.

Y aquí tenemos debate, como pasa en muchas familias.

Con 39 años nunca me he roto nada. Cuando vi El protegido, donde Bruce Willis jamás se había puesto enfermo y era invulnerable, pensé: yo somos dos, Bruce. Y se vive la mar de bien así.

En cambio, mis primos se pasaron la infancia visitando urgencias, con brazos rotos, piernas rotas y demás lesiones típicas de niños felices. Su infancia fue mucho más aventurera que la mía, pero no sé si eso conlleva más felicidad ni si es lo que quiero para mi hija.

Por supuesto, no la encerraré en una torre en plan Rapunzel ni le pondré el casco para ir por la calle, pero me gusta protegerla del daño físico doloroso, y ya puestos, de las posibles permutaciones futuras de accidentes dolorosos que como padre primerizo y precog imagino.

Como frase motivadora funciona mucho lo de Batman Begins: “¿por qué caemos? Para aprender a levantarnos”. Pero a mí ya me vale a nivel metafórico.

¿Cuántos golpes, llantos y moratones son necesarios para que un crío crezca feliz sin ser niño burbuja?

¿Cuántas caídas tenemos que permitir los padres para que los peques sean autónomos y valientes sin escayolas ni ramas clavadas en los ojos?

Y sobre todo, como avisáis los que tenéis hijos mayores: ¿hay que preocuparse de que se suban a los árboles si lo que asusta es la frase “papá, quiero ir de Erasmus”?

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