Cuando la relación ha sido sincera, no hacer daño es el objetivo de la mayoría de las personas que dejan. "Nos venden en las películas que el que rompe lo hace contento, seguro, aliviado, y probablemente tenga a otra persona esperándolo, pero nunca es fácil poner punto final aunque tengas claro que no quieres seguir con esa persona, porque siempre queda un mínimo de empatía o afecto que genera sufrimiento", recuerda Laura Morán.
"Lo mejor es hablar con sinceridad, pero sin crueldad", continúa esta experta. La capacidad de mitigar el dolor depende mucho de la forma de comunicar la decisión. Una manera de evitar añadir sufrimiento es recurrir a argumentos en primera persona, explican las expertas: "Hay que intentar enfocarlo desde el 'yo', La explicación desde los sentimientos propios debe permitir que la otra persona se haga un esquema de los motivos para llenar sus lagunas", aclara García.
También conviene hacer un repaso de lo bueno que ha tenido la relación "para transmitir que no ha sido una pérdida de tiempo; y desearle éxito a la otra persona, como una forma de expresar interés y cuidado por el otro", continúa García. Es necesario evitar los reproches para que no se sienta mal. Por último, hay que intentar mantener las conversaciones cortas, “cuanto más largas sean, más posibilidad hay de que surjan discusiones”, asegura García. Y para uno mismo, hay que tener claro que "la pérdida es para las dos partes, que es imposible que no duela y que no todo está en nuestra mano", añade Morán.