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La nación del Pacífico que busca soluciones de ciencia ficción para evitar su hundimiento

Un documental narra los esfuerzos del expresidente de Kiribati por convencer a la comunidad internacional de la necesidad tomar medidas drásticas para combatir el cambio climático

Una imagen del documental 'Anote’s Ark'. En vídeo, tráiler del film.Vídeo: EYESTEELFILM

Los más de 100.000 habitantes de Kiribati, un pequeño archipiélago coralino del Pacífico, buscan con urgencia soluciones para evitar que su país acabe sumergido bajo las aguas cristalinas del océano en menos de dos generaciones.

Algunos científicos creen que se podría ganar tiempo con las medidas a gran escala que propone la ingeniería climática, como inyectar partículas a la atmósfera para repeler los rayos solares y enfriar la Tierra, pero investigadores británicos han advertido de que eso no salvará a la república de su desaparición. Creen además que pueden alejarnos del objetivo más acuciante: reducir las emisiones contaminantes.

El nivel del mar ha crecido entre 1 y 4 milímetros al año desde que comenzaron a tomarse mediciones en Kiribati, en 1993, y se calcula que gran parte de sus 33 atolones quedarán inundados antes de que termine este siglo. El calentamiento global provoca además que los huracanes, que hasta hace poco no frecuentaban esas regiones ecuatoriales, embistan cada vez más a menudo a la antigua colonia británica.

El destino fatal que aguarda al archipiélago queda reflejado en un documental estrenado esta semana en el Museo de la Ciencia de Londres. Anote’s Ark, nominado en el festival de cine documental de Sundance, que narra los esfuerzos del expresidente de la república, Anote Tong, por convencer a la comunidad internacional de la necesidad tomar medidas drásticas para combatir el cambio climático y encontrar un nuevo hogar para sus conciudadanos.

“El problema con la geoingeniería solar es que si comienzas a utilizarla, deberás hacerlo siempre. Puede que consigas darle otra década a la gente de Kiribati, pero terminarán cubiertos por las aguas de todas formas, porque no habrás hecho lo que tenías que hacer”, dice una experta

La desesperada situación del archipiélago llevó en 2014 a Tong a comprar 20 kilómetros cuadrados de tierra en la vecina Fiji a los que trasladar a sus ciudadanos llegado lo peor. Los problemas asociados a mover a 100.000 personas a otro país están lejos, sin embargo, de haber quedado resueltos. Discutió también con ingenieros japoneses la posibilidad de construir islas flotantes, altamente tecnológicas pero con un coste exorbitante para una nación como Kiribati.

Tong, que presidió Kiribati hasta hace dos años, no es el único que reivindica que solo se podrá hacer frente a los retos del cambio climático con una buena dosis de imaginación. En un artículo publicado en la revista Nature en abril, un grupo de investigadores de países en desarrollo propone que se considere seriamente la geoingeniería solar—inyectar partículas de aerosol en la estratosfera para reflejar una parte de la radiación—como medida para ganar tiempo hasta que se puedan reducir las emisiones de gases contaminantes.

Pese a reconocer que esta tecnología roza la ciencia ficción, los autores del artículo, liderados por Atiq Rahman, director ejecutivo del Centro de Estudios Avanzados de Bangladesh, en Daca, afirman que “podría ralentizar, detener e incluso revertir el alza de las temperaturas globales en uno o dos años”. Rahman y sus compañeros defienden que lugares como Kiribati no pueden esperar décadas a que otras tecnologías en fase de desarrollo, como las plantas para extraer dióxido de carbono de la atmósfera y enterrarlo a gran profundidad, se desarrollen y se generalicen.

La comunidad científica, sin embargo, no ha alcanzado un consenso en lo referente a la ingeniería climática, como puso de manifiesto un debate organizado por la Royal Society y el Museo de Ciencia de Londres tras la première británica del documental, dirigido por Matthieu Rytz.

Joanna Haigh, física de la atmósfera en el Imperial College London, afirmó que la geoingeniería solar no solo no salvará a Kiribati, sino que puede distraer de lo que ella considera debe continuar siendo la prioridad: reducir las emisiones de gases contaminantes.

“El problema con la geoingeniería solar es que si comienzas a utilizarla, deberás hacerlo siempre. Tan pronto como te detengas, la temperatura volverá a subir a los niveles que había alcanzado anteriormente. Puede que consigas darle otra década a la gente de Kiribati, pero terminarán cubiertos por las aguas de todas formas, porque no habrás hecho lo que tenías que hacer”.

De la misma opinión es Jack Stilgoe, experto en innovación responsable en la University College de Londres y autor de un libro sobre geoingeniería. “No queremos engañarnos a nosotros mismos con esta forma de pensamiento mágico donde continuamos inflando la burbuja especulativa que sugiere que hay tecnologías, si no ahora mismo, a la vuelta de la esquina, que podrían venir a nuestro rescate. Hay mucha especulación entre los que estudian la geoingeniería solar. No digo que no debamos hablar de ello, pero tal vez deberíamos hablar de ello de otra manera.”

La mayoría de las propuestas de geoingeniería solar son solamente “ideas y teorías” que aún distan mucho de poder llevarse a la práctica, convino Naomi Vaughan, investigadora sénior en la Universidad de East Anglia especializada en ingeniería climática.

El escritor científico Oliver Morton, autor del libro The Planet Remade: How Geoengineering Could Change the World, considera, con todo, que la geoingeniería solar se merece una oportunidad. “Nadie cree que vaya a solucionar todos los problemas. Lo que deberíamos pensar es cuánto riesgo podríamos reducir con ella. Obviamente, nadie responsable está pensando en aplicar la geoingeniería solar en lugar de reducir las emisiones,” dijo. “Tenemos el deber con aquellos que vendrán de comenzar a pensar en las posibilidades, las ventajas y los inconvenientes, y cómo se podría desarrollar. Decir que esta tecnología es ridícula supone descartar algo que podría salvar muchas vidas si se aplicase de manera justa y sostenible”.

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