Así fue el desfile de Victoria’s Secret de 2018 en su regreso a Nueva York
Tras pasar por Londres, París y Shanghái, el desfile de la marca de lencería vuelve a su ciudad de origen para mostrar 90 conjuntos y con unos ángeles más diversos
El de 2018 pretendía ser un desfile especial para Victoria's Secret y la marca lo ha conseguido. Han logrado lo que querían: que la tranquilidad se convirtiera en noticia. El desfile de la firma de lencería más famosa del mundo, que cada año siguen más de 800 millones de personas en 190 países, ha vuelto a saber cómo colocarse en el centro del mapa mediático.
Este año la cuestión estaba en la vuelta a casa. Los ángeles volvían a Nueva York, de donde salieron en 2014 para desfilar en Londres, en 2015 en París y en 2017 en Shanghái, y ese repliegue tenía varios significados. El primero es que parece que se acabaron las aventuras en territorio ajeno que han causado más quebraderos de cabeza que alegrías. Como el del año pasado en China, que dejó sin pisar la pasarela a más de una modelo: el país prohibió la entrada a Gigi Hadid, por ejemplo. Este año la estadounidense se ha desquitado en su país natal y desfilando (entre otras apariciones, con unas enormes alas de mariposa multicolor) junto de su hermana, Bella, y de una de sus mejores amigas, la también maniquí Kendall Jenner. El segundo significado del repliegue es más terrenal que angelical: hay que hacerse fuertes en casa. Victoria's Secret ha perdido un 50% de su valor este año. La cosa no está para juegos.
Horas antes del desfile, las modelos calentaban a través de las redes sociales con fotos de Instagram. Besos a la cámara y selfies grupales para demostrar que las supermodelos se llevan bien entre ellas ("Lily, te echo de menos", le escribía Behati Prinsloo a su amiga Lily Aldridge, que este año se ha perdido el show por estar embarazada de su segundo hijo), que son más compañeras que competidoras. Risas en el backstage y abrazos con la cantante Rita Ora o la maquilladora del evento, Charlotte Tilbury, dejaban ver un pequeño gran cambio para los seguidores, siempre atentos al más mínimo detalle: este año el rosa de las batas se cambió por un negro cuajado de estrellas.
Pero en el terreno de la pasarela, la cuestión económica no parece importar tanto. El despliegue ha sido inmenso; según la edición estadounidense de Harper's Bazaar, el coste del desfile es de alrededor de 12 millones de dólares (10,6 millones de euros). Si bien no han cantado Lady Gaga o Taylor Swift, esta vez les ha tocado a Rita Ora —junto a la que caía el agua en grandes cascadas sobre el escenario del muelle 94, al oeste de la ciudad— o a Shawn Mendes. El canadiense tocó en la parte del desfile en la que se presentaron las creaciones de la diseñadora Mary Katrantzou, griega afincada en Londres y que desfila en la Semana de la Moda de esa ciudad. La pieza más valiosa, el Fantasy Bra lucido por Elsa Hosk, también ha mostrado su poderío: cuesta de un millón de dólares.
En una pasarela llena de mujeres esculturales vestidas con ropa diminuta e inmensas alas blancas y doradas (en total 90 looks distintos de seis temáticas), este año faltaron grandes nombres como los de Aldridge o Alessandra Ambrossio, que colgó las alas en el desfile chino después de 17 años junto a la marca. Aunque sí ha estado presente la ya clásica Adriana Lima, a la que se ha visto muy emocionada por tratarse de su último show, y ha vuelto Behati Prinsloo tras dos años de baja por maternidad. Tampoco faltaron las Hadid, Toni Garrn, Barbara Palvin o Sara Sampaio, rostros clásicos de la firma. Y destacó la presencia de más modelos negras, asiáticas y de Winnie Harlow, la primera modelo con vitíligo en desfilar para la marca. Aunque hay fotografías del evento, habrá que esperar hasta el 2 de diciembre para la retransmisión televisiva.
Porque aunque el cambio sobre la pasarela no parece ser la prioridad para la marca, sí que están teniendo pequeñas concesiones a una cierta apertura. La llegada de Harlow, las incorporaciones de modelos de países hasta ahora no presentes (esta vez no ha desfilado Blanca Padilla ni ninguna española, pero sí por primera vez una modelo filipina, Kelsey Merritt) o las fotos en el backstage sin gota de maquillaje parecen ser pequeños cambios en un mundo de perfección y mujeres rubias, blancas y de tez impoluta.
Algunas como la debutante Duckie Thot (australiana, hija de refugiados sursudaneses) ha asegurado que su llegada y la de muchas otras novatas distintas a la norma clásica probablemente no sean suficientes, pero suponen un importante cambio para la industria y una oportunidad para aquellas infrarrepresentadas. Hasta el pelo ha buscado ser lo más natural posible, según ciertos medios. Tras meses de expectación, semanas de anuncios emocionados por parte de las modelos, días de ensayos y horas de maquillaje y colocación de extensiones capilares, es una naturalidad muy, pero que muy perfeccionada.
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