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Tribuna
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El primer freno a Trump

La victoria demócrata en la Cámara de Representantes debería dificultar los peores impulsos del presidente en política exterior

Alana Moceri
Varias mujeres votan en el Estado de California, en las elecciones del 6 de noviembre.
Varias mujeres votan en el Estado de California, en las elecciones del 6 de noviembre.MIKE NELSON (EFE)

Ni siquiera Netflix va a tener fácil competir con el espectáculo de las elecciones de mitad de mandato que acaban de celebrarse en Estados Unidos. Y, al margen de la fascinación o el terror que sienta cada uno, la pregunta más inmediata desde este lado del Atlántico es: ¿cómo repercutirá una Cámara de Representantes de mayoría demócrata en la política exterior de Estados Unidos y, por consiguiente, más allá del América primero?

Por más que el presidente Trump haya querido ser el centro de estas elecciones, su nombre no figuraba en la papeleta. A escala federal, donde se elabora la política exterior, los votantes han elegido a los 435 miembros de la Cámara de Representantes y a 35 de los 100 senadores. Desde 2016, los republicanos controlaban la Casa Blanca, el Senado y la Cámara, y, con los dos magistrados del Tribunal Supremo nombrados por Trump, tenían en sus manos los tres poderes del Estado. A los estadounidenses no les gusta dar demasiado poder a un solo partido y es tradicional que corrijan los desequilibrios en las legislativas.

Las elecciones de mitad de mandato son mucho menos glamurosas que la batalla por la presidencia. Trump no es precisamente muy querido en España, donde los sondeos de Pew muestran que solo el 7% confía en él, y todavía nos esperan dos años más de un presidente que se ha apartado de la ortodoxia diplomática estadounidense de la posguerra, consistente en consolidar, proteger y expandir el orden liberal internacional. Ahora bien, aunque una Cámara demócrata no puede cambiar el hecho de que, en EE UU, el presidente es el principal responsable de la política exterior sí puede ejercer un fuerte control sobre sus poderes.

Más que un cambio drástico de la política exterior de Trump, lo que podemos esperar es que le sea más difícil ejecutarla. Trump basa su política exterior en el sentimiento de agravio: la idea fundamental es que, desde la década de los ochenta, el resto del mundo está aprovechándose de EE UU, en las relaciones comerciales y en instituciones de seguridad y defensa como la OTAN. De ahí que haya decidido hacerse amigo de los enemigos tradicionales y los autócratas y, en cambio, rechace a los aliados tradicionales y las instituciones multilaterales.

El inquilino de la Casa Blanca se hecho amigo de los autócratas mientras rechaza a los aliados tradicionales y las instituciones multilaterales

¿Cómo podrán contener los demócratas a Trump? En uno de sus temas favoritos, la inmigración —porque preocupa y enardece a sus partidarios—, la Cámara puede influir en diversos aspectos como la construcción del muro. La Cámara de Representantes controla la distribución de fondos federales, así que no parece que Trump vaya a obtener el dinero necesario a corto plazo. El muro sí seguirá siendo un motivo de tensión entre EE UU y México, y puede que la pelea entre la Casa Blanca y el Congreso acabe provocando un cierre de la Administración. La Cámara también puede impedir que haga realidad su amenaza de interrumpir la ayuda a Honduras, Guatemala y El Salvador por la caravana de inmigrantes que está atravesando México hacia la frontera estadounidense.

Ni los republicanos ni los demócratas están contentos con el uso excesivo que hace Trump de los aranceles, por lo que, aunque el Congreso ha ido cediendo poder al presidente en materia de acuerdos comerciales, podría ocurrir, sobre todo si los demócratas controlan la Cámara, que le arrebatase su potestad de fijar barreras arancelarias.

Pero el poder más importante que tendrá una Cámara de Representantes demócrata es el de supervisión. También desprende poco glamur, pero recordemos el dramático contenido de algunas sesiones de los comités del Congreso desde hace años: la cacería de comunistas ordenada por Joseph McCarthy, Watergate, el intento de destituir a Clinton, el testimonio de Hillary Clinton sobre Bengasi, y así hasta llegar al emocional testimonio de Christine Blasey Ford sobre Brett Kavanaugh, ahora magistrado del Tribunal Supremo. En la Cámara, los demócratas podrán iniciar investigaciones, citar a testigos, reclamar pruebas, celebrar vistas públicas y privadas y examinar a fondo otras cuestiones como las declaraciones de impuestos de Trump y las relaciones con Rusia.

Además de la investigación que está realizando Robert Mueller, la Cámara podrá iniciar otra sobre la injerencia rusa en la campaña de 2016. Prevén citar a más de 30 personas cercanas al presidente a las que los republicanos no entrevistaron, incluidos Donald Trump hijo, Jared Kushner y Steve Bannon.

Si los dos primeros años de Trump en la Casa Blanca han parecido una locura, eso no es nada en comparación con los dos próximos, que estarán dominados por una guerra abierta entre Trump y la Cámara de Representantes. Un enfrentamiento que debería reducir la capacidad de Trump de emprender nuevas aventuras en el extranjero y, si no impedir, al menos dificultar sus peores impulsos en política exterior.

Alana Moceri es analista de relaciones internacionales, escritora y profesora en la Universidad Europea de Madrid.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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