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Columna
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Rómulo y Remo

Vox será tanto más grande cuanto más nos escandalice. El éxito de Trump y Salvini deriva precisamente de eso

Fernando Vallespín
Santiago Abascal, el presidente de Vox, en el palacio de Vistalegre el pasado domingo.
Santiago Abascal, el presidente de Vox, en el palacio de Vistalegre el pasado domingo.KIKE PARA (EL PAÍS)

Ha comenzado el debate por la hegemonía en la derecha española, animado ahora también por la curiosa entrada en escena de Vox. Gracias en gran parte a los medios, este último partido ha pasado de la insignificancia electoral a convertirse en un actor cuya función se nos escapa. Parece destinado más a ejercer de tábano de sus otros dos colegas del mismo espectro -para que no se “ablanden”-, que a quitarles votos sustanciales. Carece de un liderazgo reconocible, algo que resulta casi imprescindible en todo partido populista, y su discurso explícitamente nacionalista (español) se encuentra ya bien representado por el PP y Ciudadanos. Es posible que tenga un buen resultado en las Europeas, porque ahí hay circunscripción nacional y se vota casi más con las vísceras que con la cabeza, pero la experiencia nos dice que nuestro votante de derechas estándar se deja guiar más al final por su competencia con la izquierda que por impulsos primarios. Aunque tal y como está la política ya nadie se atreve a hacer predicciones.

Algo sí está claro, y es que Vox será tanto más grande cuanto más nos escandalice. El éxito de Trump y Salvini deriva precisamente de eso, de su constante aparición en los medios y de la masoquista exorcización de los personajes, que les dotó de una proyección que jamás hubieran soñado si no nos hubiéramos plegado a la cultura de la excitación.

En congruencia con lo anterior, me voy a concentrar en nuestros dos verdaderos protagonistas, Rivera y Casado. Sobre sus espaldas recae la titánica tarea de refundar el centro derecha español, escindido ahora en dos mitades especulares. Ocupan más o menos el mismo espectro ideológico, después de su acompasado y simultáneo giro a la derecha. Y son líderes con muy similar perfil personal, casi indistinguibles entre sí, como dos gemelos. El mismo estilo aseado, la juventud, la sonrisa fácil, el indiscutido liderazgo de su partido. Antes Ciudadanos al menos tenía la posibilidad de criticar al PP en el gobierno. Encontrándose ahora ambos en la oposición y participando además de la misma fobia a nacionalistas/independentistas y a Podemos, sus críticas a cada actuación del Gobierno, Cataluña o lo que sea, vienen a ser casi idénticas. A la hora de votar, el elector de derechas habrá de tirar una moneda al aire.

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Son como Rómulo y Remo, su ciudad -la derecha unificada- sólo puede nacer del parricidio, uno sobra. Dos partidos dentro del mismo espacio es suicida para ambos. A menos que alguno de ellos elija desplazarse hacia el centro, donde se supone que el caladero de votos es más copioso. Pero puede que sea aquí donde esté la clave, ambos parecen haber decidido que el que giré al centro, pierde. O sea, justo lo contrario de lo que había ocurrido hasta ahora. Y es una perfecta demostración de los niveles de polarización que hemos alcanzado. Bajo estas condiciones, ¿quién necesita a Vox?

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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