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COLUMNA
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Derrota

Puigdemont ha declarado que sería absurdo pensar que la independencia es la única solución

Almudena Grandes
El expresidente catalán Carles Puigdemont participa en una charla en la Universidad de Amsterdam (Holanda).
El expresidente catalán Carles Puigdemont participa en una charla en la Universidad de Amsterdam (Holanda).Koen Van Weel (EFE)

A la larga, una derrota puede resultar beneficiosa. Quien lucha con todas sus fuerzas, invirtiendo cuanto tiene en una causa que juzga digna de tal esfuerzo, no solo se levanta después de caer. Al ponerse de nuevo en pie, se sentirá más seguro, más poderoso que antes de su caída, porque cuenta con la experiencia de la derrota, un valioso capital del que antes carecía. Los republicanos españoles decían que habían sido derrotados, pero no vencidos, y ese aparente juego de palabras les ayudó a sobrevivir con la cabeza alta. El mismo mecanismo convierte al deportista perdedor de ayer en el campeón de hoy, o lleva a la presidencia del Gobierno a un político que previamente ha perdido varias elecciones. Pero no todas las derrotas se pueden gestionar igual. Si alguien se compromete con una causa difícil, si empeña en ella toda su esperanza, y muchas horas de trabajo, y su tiempo libre, y hasta su dinero, y descubre después que las cosas nunca han sido exactamente como se las habían contado, la derrota puede acabar convirtiéndose en una larga depresión, una herida condenada a la infección perpetua. Escribo esto después de leer que Puigdemont ha declarado que sería absurdo pensar que la independencia es la única solución. Sé que debería parecerme una buena noticia, pero no acabo de convencerme de que lo sea. Pienso en los muchos miles de catalanes que han creído ciegamente en la posibilidad de fundar una república independiente, repaso su persistencia, sus ilusiones y, aunque no tengo nada que ver con ellos, creo que merecen algo mejor que un donde dije digo, digo Diego. Para aceptar una derrota hace falta más valor que para ganar una guerra. Si es que nos estamos acercando al final, ojalá la gran derrotada no sea la dignidad.

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Sobre la firma

Almudena Grandes
Madrid 1960-2021. Escritora y columnista, publicó su primera novela en 1989. Desde entonces, mantuvo el contacto con los lectores a través de los libros y sus columnas de opinión. En 2018 recibió el Premio Nacional de Narrativa.

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