Pablo en Marte

Sé del caso de dos madres adolescentes. Una, compañera de instituto de mi hija, dio a luz con 16 años, dejó los estudios, se mudó a casa de los padres del padre de la criatura y presume de bebé en Instagram. Otra, la novia del sobrino de mi peluquera, parió con 15, vive con sus padres y su pareja, y ambos estudian mientras la abuela cuida del rorro. Nada que objetar a la decisión de estas menores.Hay, no obstante, otras realidades. Es obvio, pero conviene recordarlo, porque el PP de Casado vuelve con la monserga. El líder propone una ley de apoyo a las embarazadas “para que no tengan que abortar por causas socioeconómicas o presiones familiares”, sin aclarar si supondría alterar la ley de plazos de Zapatero. No le han hecho mucho caso ni propios ni ajenos. Los propios quizá porque no olvidan que la idea del PP de liquidar esa norma le costó el puesto al ministro Gallardón por el rechazo social suscitado. Los ajenos, sospecho, porque no dan crédito a la marcianada.

Creer que alguien no va a interrumpir un embarazo no deseado porque se le ayude económicamente en la gestación es no entender nada ni vivir en este país en este planeta en este siglo. Entre quienes abortan hay adolescentes y adultas sin amparo ni recursos, sí. Pero también solventes casadas por la Iglesia y menopaúsicas promiscuas que, simple y complejamente, no desean tener hijos en ese momento. ¿Qué parte de “embarazo no deseado” no entiende, señor Casado? Ayudemos a las que quieran embarazarse y a las embarazadas que deseen ser madres. Pero no busquemos excusas solidarias para podar terreno conquistado. El aborto no es un derecho, sino un drama, aducen. Sí. Nadie aborta por deporte. En diciembre tienen una cumbre ideológica. Que se aclaren. Que se mojen. Pero hay pasos, como el de Armstrong en Marte, sin más marcha atrás que perder pie para siempre. Ay, no: fue en la Luna.