_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Valls y los falsos progresistas

El ex primer ministro francés ha logrado unir contra él a los extremos nacionalpopulistas a derecha e izquierda

Teodoro León Gross
El ex primer ministro francés, Manuel Valls, presenta su candidatura a la alcaldía de Barcelona.
El ex primer ministro francés, Manuel Valls, presenta su candidatura a la alcaldía de Barcelona.Albert Garcia (EL PAÍS)

Tal vez a John So, elegido hace una década mejor alcalde del mundo por The City Mayors Foundation, le divertiría la polémica suscitada esta semana en Barcelona con la candidatura de Manuel Valls: él, nacido chino, de familia cantonesa, fue reconocido por su trabajo al frente de Melbourne en Australia. El último galardón corresponde a Bart Somers, de Malinas, cuyo mensaje de éxito es integración y mestizaje presumiendo de 130 nacionalidades. También de su antecesor, Naheed Nenshi, alcalde de Calgary, hijo de Noorjah y Kurban, provenientes de Tanzania, musulmán que nació a 3.410 kilómetros, más distancia que entre Barcelona y Estambul. Y en cambio a Valls se le ha recibido como si fuese un intruso, un cuerpo extraño, un caballo de Troya enviado por los enemigos para engañar a los buenos barceloneses. Lo sucedido esta semana es una lección de la pobreza de valores como sociedad democrática abierta que hay en España, y cada vez más en Cataluña.

Más información
Sin titulo
La candidatura de Valls se llamará Barcelona Capital Europea
El Acento | Candidatos de relumbrón

Quizá Valls se frotase los ojos: él, barcelonés, ha sido primer ministro de Francia, y además con la gaditana Ana o Anne Hidalgo (San Fernando, 1959) en la alcaldía de París... Claro que España está lejos de ser Francia. Iglesias ha cuestionado “presentar a alguien que no es de Barcelona como alcalde de Barcelona” con retórica retroprogresista y la boina calada hasta el entrecejo. Ya es pintoresco calificar como no barcelonés a alguien nacido en Barcelona; pero, sobre todo, ¿ese es su mejor argumento? Qué cosas. Hasta cierto punto era previsible la reacción del nacionalismo catalán, aunque Valls tenga un apellido fetén, no uno de esos García o Pérez que escasean en su nomenclatura… pero lo del podemismo es de traca. Se lo podría aclarar Pisarello, número dos de Colau, argentino de Tucumán. La apelación a la partida de nacimiento en el mundo global tiene ecos de Paco Martínez Soria. Valls ha logrado unir contra él a los extremos nacionalpopulistas a derecha e izquierda.

Este caso debería ser visto como una buena noticia europea frente al nacionalismo rampante, de Cataluña a Polonia, de Le Pen a Salvini, de Bélgica a Austria, de Casado a Orbán. Hacer política en países diferentes de Europa es un síntoma saludable. Para la sociedad abierta, concebida por Bergson o Popper, es clave no atrincherarse en la lógica de nuestra cultura. ¿Qué fue del cosmopolitismo de Barcelona? Algunos mensajes antiUE del entorno indepe desde el 1-O recuerdan tristemente aquellas manifestaciones franquistas de la Plaza de Oriente ante las críticas de la ONU: “Si ellos tienen ONU, nosotros tenemos DOS”. El deterioro del espíritu de la gran Barcelona cosmopolita se ha retratado en la recepción de Manuel Valls, alguien que presenta su candidatura para ser sometida al voto de la ciudadanía (votar, sí, ¿no era eso lo democrático? y en su caso ateniéndose a las reglas del juego). Claro que Valls parece apuntar bien (emulando a Macron al margen de las grandes marcas —como Carmena, por cierto— con el mensaje de Barcelona como Ciudad-Estado) y tal vez eso sea todo: inspira miedo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Teodoro León Gross
Málaga, 1966. Columnista en El País desde 2017, también Joly, antes El Mundo y Vocento; comentarista en Cadena SER; director de Mesa de Análisis en Canal Sur. Profesor Titular de Comunicación (UMA), licenciado en Filología, doctor en Periodismo. Libros como El artículo de opinión o El periodismo débil... Investigador en el sistema de medios.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_