El origen de la gran burbuja
La fuerza icónica de la muerte de Lehman Brothers ha ocultado otras crisis de naturaleza similar dignas también de reflexión
La fuerza icónica de la muerte de Lehman Brothers ha ocultado otros acontecimientos de naturaleza similar, dignos también de reflexión. Una década antes de aquello tuvo lugar la primera crisis financiera global de la historia, la de los tigres asiáticos. En julio de 1997, las monedas de los principales países asiáticos fueron devaluándose una tras otra, como fichas de dominó; cayeron las Bolsas de valores, y las dificultades se extendieron de una región a otra: suspensión de pagos de Rusia, luego América Latina y finalmente el conjunto del planeta. En septiembre de 1998, en una acción heterodoxa para el funcionamivento de la economía de mercado, la Reserva Federal (Fed) de Nueva York intervenía activamente para salvar de la ruina a un fondo de alto riesgo (hedge fund), el Long-Term Capital Management (LTCM).
La crisis asiática era el contexto. El LTCM era uno de los mayores fondos de alto riesgo americano, especializado en el arbitraje de bonos, que utilizaba complejas fórmulas para explotar las pequeñas discrepancias en precios de los distintos activos financieros. Con sede en Conneticut (aunque registrado en las islas Caimán), constituido en el año 1992, en su primer lustro de vida se había revalorizado un 40% anual. Un chollo. Algunos lo calificaban como un “cuasibanco”, aunque lo que lo diferenciaba sobre todo de los bancos tradicionales es que gozaba de un privilegio que éstos no tenían: apenas estaba sometido a una regulación que controlara las posibles pérdidas. Para participar en aquel fondo había que invertir al menos 10 millones de dólares.
La intervención de un fondo en 1998 reveló el contubernio entre reguladores y regulados
En el momento de la intervención de la Fed, el LTCM tenía menos de 5.500 millones de dólares de capital y una deuda de 200.000 millones. A principios de septiembre de 1998, los gestores del fondo (entre los que figuraban Robert Merton y Myron Scholes, premios Nobel de Economía del año anterior “por sus trabajos para calcular el precio de las opciones financieras”) dirigieron una carta a los inversores en la que revelaban las extraordinarias pérdidas. Cundió el pánico. En los mercados financieros se extendió la idea de que el colapso del fondo, junto con la contracción de las condiciones crediticias en todo el mundo, introducían un riesgo sistémico en esos mercados, por su capacidad de contagio.
Entonces, la Fed —que en ese momento presidía Alan Greenspan— se olvidó de sus principios liberales de que cada palo aguantase su vela (la teoría del riesgo moral) e intervino: propició un consorcio formado por 15 entidades, la crème de la crème de Wall Street (entre ellas, Goldman Sachs, Merrill Lynch, Morgan Stanley, Dean Witter, Chase Manhattan, Barclays, Union de Banques Suisses…) para que aportasen capital a LTCM a cambio de una participación accionarial. La mayor parte de esas entidades —algunas hoy ya desaparecidas— se convirtieron a las vez en prestamista y prestatario. Entonces se conoció que diversos altos ejecutivos de las mismas tenían su dinero personal invertido en LTCM, en busca de la alta remuneración.
El economista Jeffrey Sachs publicó un artículo en el que resumía el contubernio entre el regulador (la Fed) y la aristocracia financiera de Wall Street (los regulados), y las contradicciones de la operación en el contexto de la crisis mundial: “Los bancos que prestaron enormes cantidades a LTCM son los mismos que pusieron 175.000 millones de dólares en préstamos a corto plazo en Indonesia, Corea, Malasia, Filipinas o Tailandia, y luego cambiaron de pronto de opinión y sacaron decenas de miles de millones de dólares en 1997 y 1998 (…). Cuando llegó la hora de la verdad, la Fed se limitó a dejar que actuaran las fuerzas del mercado. Por el contrario, coordinó una adquisición de su propiedad por parte de los acreedores principales, bancos que prestaron miles de millones a LTCM. La operación fue como una quiebra, pero hecha de manera extraoficial, a la sombra de los tribunales”.
Las intervenciones de bancos, compañías de seguro o hipotecarias en 2008, tras la quiebra de Lehman Brothers, habían experimentado una década antes un ensayo general con todo. No había novedad.
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