Pedro Sánchez: ¿tirachinas o cañón?
Es la igualdad donde hay que jugársela y no en el caos y la exhibición de su precariedad
El mayor riesgo que afronta ahora mismo Pedro Sánchez es la tentación de restar en lugar de sumar. El presidente socialista arrancó con un inmenso crédito social al lograr articular la primera moción de censura exitosa de la democracia. Su impulso atrajo aplausos y expectativas de una opinión pública deseosa de ver a Mariano Rajoy y el PP en el banquillo. Sorprendió con propuestas saludables, como la devolución de la sanidad a los sin papeles o la iniciativa para exhumar a Franco; acertó al crear un hábitat fértil para una mejor convivencia con Cataluña (aunque muchos independentistas no se den por enterados); y sobre todo abrió las ventanas a una corriente de aire limpio en una política tan estancada que se había hecho nociva.
Pero los tropiezos comienzan a amontonarse y el presidente no parece encontrar la fórmula para frenar la máquina de cometer errores, que funciona ya a pleno rendimiento y sin control. Primero fueron las rectificaciones, algunas graves. Después, las investigaciones de El Diario que desvelaron el título fraudulento de la ministra Montón. Y ahora, sin que medie enemigo alguno, la lista de ocurrencias o golpes de efecto que acaban convirtiéndose en autogoles.
La semana comenzó con un intento de retomar la iniciativa ante representantes de la sociedad civil y una propuesta nada menos que de reformar la Constitución. Y no es que la montaña pariera un ratón, sino que, con sus 84 diputados , el ratón parió en realidad otro ratón. Abrir el debate de los aforamientos sin medir las fuerzas ni las consecuencias es irresponsable, ya que sobre la mesa van a surgir asuntos como la figura del Rey, la posibilidad de un referéndum sobre la reforma constitucional que exige Podemos, la resistencia de Susana Díaz o el exiguo alcance del cambio.
Después fue la trampa de incluir la reforma de la ley presupuestaria nada menos que en la ¡ley de la violencia de género! Un desprecio a la causa feminista del propio Gobierno y una colisión con la doctrina del Constitucional, que exige "conexión material suficiente" entre el cuerpo portador y el alien introducido.
El Gobierno parecer querer alcanzar con tirachinas piezas de caza mayor, y es ahí donde empieza a restar más que a sumar, al empeñarse en exhibir su propia precariedad. Cada vez que lo hace añade una muesca en su marcador de autogoles.
Pero hay enormes territorios donde Pedro Sánchez podría alcanzar objetivos capaces de lograr consensos y, gracias a ellos, de convertir su tirachinas en cañón. Y es en aquellos terrenos que preocupan a los ciudadanos: empleo digno en un país que ha aplastado los sueldos y oportunidades de futuro de los jovenes; un debate exigente sobre la gestión de la universidad, la siguiente y enésima institución tocada por el desprestigio; trabajar por los recursos y valores en la educacion; plantear una investigación sobre el encubrimiento de la pederastia en la Iglesia; apresurarse a explicar el bono social de la calefacción, derogar los articulos nefastos que convierten una canción de rap en crimen terrorista, más todo lo referido a la ley mordaza. Igualdad, igualdad, igualdad debería ser la causa y misión de un Gobierno tras muchos otros que han fracasado a la hora de reformar el modelo productivo, de promover empleos dignos y sueldos que permitan desarrollos individuales y colectivos a la altura de nuestro potencial. Es la igualdad, señor Sánchez, donde hay que jugársela y no en el caos y la exhibición de su precariedad.
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