Dime la verdad
Durante la comparecencia me fijé en que a José María Aznar le habían montado un 'show' de televisión para protagonizar un pulso con los nuevos líderes políticos
Ha sido una semana de grandes declaraciones. Isabel Pantoja, con su voz y el brío de su cabellera hizo una llamada que partió en dos la historia de Telecinco. Y, casi como respuesta, José María Aznar, con esa liberalísima cabellera enmarcando su rocoso semblante, se presentó ante la comisión del Congreso que todavía investiga si hubo irregularidades en la financiación del PP. Y para rematar, la actriz y productora de cine porno, Stormy Daniels, famosa por su relación con Donald Trump, confesó que los genitales del presidente de Estados Unidos recuerdan intensamente a una seta.
Confieso que la verdad se ha convertido en algo extraño. A veces tan vulgar como una seta. Siempre he pensado que la gente que llega a ser presidente tiene una genitalia de la que es preferible saber poco. Y es porque cuando era pequeño, al darme cuenta de que mis genitales no crecían igual que yo, me propuse ser presidente. Mi mamá me preguntó insistente si de verdad lo creía necesario y ante mi terca afirmación me hizo ver que necesitaría estudiar mucho, lograr un título universitario, acudir a un máster sobre algo en lo que no creía —en vez de hacerlo sobre el vestuario de Jacqueline Kennedy— y así consiguió quitarme la idea de la cabeza. A cambio, me hizo ver la importancia del estilo. Y por eso durante la comparecencia de Aznar observé lo lisa y despejada que está su frente ahora. Ni una sola arruga. Cuando llegó, casi de la mano del joven señor Casado, Aznar parecía su hermano. ¡Ya hay más arrugas en la frente del nuevo presidente del PP que en la de José María, como le llamó el diputado Rufián durante la comparecencia! Me fijé también en la camiseta reivindicativa que acompañaba al tono universitario del señor Rufián, con el rostro de José Couso, el cámara de televisión asesinado en la guerra de Irak, porque esa muerte coincidió con mi presencia en el Hotel Glam, un programa que hizo que Aznar, presidente, rugiera muy enfadado contra lo que llamó “telebasura”. Ha pasado tanto tiempo y tanta basura desde todo aquello que no me extrañó que José María saliera diciendo que le había encantado la comparecencia, mientras, Rufián no recordaba lo que allí querían aclarar. Previsor, Aznar llegó luciendo el reloj Panerai que usó como un arma durante los días de la invasión de Irak. Reconozco muy bien ese reloj porque tengo uno igual que guardé cuando se lo descubrí al entonces bélico presidente. Al vérselo de nuevo me di cuenta: así como te aferras a tus relojes debes aferrarte a tus convicciones.
Este mundo te obliga a creerte una verdad y no varias, como hago yo. Por ejemplo cuando José María le aclaró al alborotado diputado Rufián que la monumental boda de su hija Ana (Francisco Correa asistió y contribuyó con los 30.000 euros del equipo de sonido) no era “su boda”. Ese es el tipo de verdad que Aznar maneja como nadie y de las que debemos aprender. Hay que aprender a mentir sin arrugarse. Durante la comparecencia, me fijé en cosas como esa porque me pareció que la habían montado como un show de televisión, y eso me interesa. Un especial para que José María pudiera protagonizar un pulso con los nuevos líderes políticos. Iglesias, más joven, se lo tomó más en serio mientras que Aznar, como puede suceder con la gente madura, pareció tomárselo más a broma. Y me dio la impresión de que el expresidente consume más televisión de lo que quiere reconocer. Muchas de sus salidas evidenciaban que entre los miles de espectadores que nos quedamos pegados a la pantalla durante “La Llamada” de Isabel Pantoja a Telecinco, estaba José María Aznar. Quizás preguntándose cuál es el secreto de la cantante para ser ese pegamento que aglutina España y que él no pudo ser.
No falto a la verdad si digo que mi papá insistía en recordarme que Poncio Pilatos le preguntó a Cristo si él era la verdad y que Cristo le respondió que la verdad no existía. A pesar de eso considero que Stormy Daniels sí está siendo sincera y poética en su libro, Full Disclosure, sobre su affaire con Donald Trump. Me gustaría rezar para que pueda promocionar a gusto esa autobiografía. Pero, saber que Trump no es un superdotado, ¿afectará su presidencia? Probablemente no mucho. Ocurre que la verdad, cuando al fin la vemos, no nos parece verdad.
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