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La paradoja y el estilo
Columna
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Un mundo feliz

La mejor manera de vivir el éxito en estos días es aprovechar lo efímero más que lo duradero

Los zapatos de Judy Garland en 'El mago de Oz'.
Los zapatos de Judy Garland en 'El mago de Oz'.Jeff Baenen (AP)
Boris Izaguirre

Al volver de vacaciones muchos sentimos que desandamos el camino de baldosas amarillas y que el reencuentro con la realidad es quien empieza ahora sus vacaciones. Parece como si no pasara nada relevante. Y, sin embargo, vemos cómo los responsables de Facebook y Twitter comparecen ante el Congreso norteamericano para reconocer que hubo fallos que permitieron que se usaran datos de usuarios para influir en el resultado de las elecciones presidenciales de ese país. Que la cantante Thalía obtiene un sonoro éxito digital con una canción infantiloide. O que, tras 15 años perdidos a causa de un robo fetichista, reaparecen los zapatos color rubí que Judy Garland vistió en la mítica película El Mago de Oz.

Ha sido esta recuperación la que me ha tocado más. En primer lugar porque estoy convencido que algo está pasando con el espíritu de Garland. En Miami se acaba de estrenar una obra escrita por el venezolano César Sierra sobre los últimos días de la grabación del programa que la estrella, ya madura, protagonizó para la CBS y donde peleó duramente con los productores porque se negaba a cantar Over The Rainbow, el tema central de El Mago de Oz. Puede ser que en los tiempos del MeToo, mujeres como Judy Garland o Marilyn Monroe puedan ser vistas como símbolos de la lucha contra el abuso a las mujeres. Porque ambas fueron, de casi todas las maneras posibles, controladas por hombres que influían en su peso, en sus decisiones y al final en su talento. La recuperación de esos zapatos rojo rubí, que al chocar sus talones podían tanto llevarte al reino de Oz como devolverte a Kansas, tiene un punto de justicia poética. En este mundo convulso, Dorothy, el personaje de Garland en la película, podría convertirse por arte de magia, en un símbolo, una esperanza, algo bueno del siglo pasado que ahora regresa.

Fotografía de archivo del 10 de junio de 2018 de la cantante mexicana Thalía en los Premios Tony 2018, en Nueva York.
Fotografía de archivo del 10 de junio de 2018 de la cantante mexicana Thalía en los Premios Tony 2018, en Nueva York.JASON SZENES (EFE)

¡Los zapatos rojos de Dorothy, ay! ¿Quién no ha querido llevarlos alguna vez? Apuesto que la princesa Corinna tiene un par y más de una vez los habrá hecho clicar para sentirse más sexy y poderosa. Al final no se investigarán ni sus zapatos ni sus grabaciones. Los tres partidos políticos más populares y monárquicos se han unido gracias a Corinna, y prefieren no saber más del asunto. Mi padre siempre dice: "Lo mejor es lo que sucede". Así que nos olvidaremos de Corinna, deseando, eso sí, que su finca en Marrakech se mantenga a su nombre el tiempo que lo necesite.

Pensemos un poquito en México, que está de moda. La Casa de Las Flores, por ejemplo, que nos ha cambiado el verano y la forma de ver un culebrón, se enreda con la inminente llegada del nuevo presidente López Obrador al poder y el cambio de estilo que aparentemente eso significa. Y ahora el nuevo éxito de Thalía es una canción que podría pertenecer al repertorio de Leticia Sabater y de la que no puedes recordar el título pero que todos sabemos su insólito contenido, una serie de preguntas — “¿Me sienten, me escuchan, me oyen?”— seguidas de un eslogan para el futuro propio de una novela de Aldous Huxley: “Estoy feliz, feliz, feliz”.

Se ha transformado en un éxito que la cantante no conocía desde finales del siglo pasado. Todo empezó por las críticas que recibió uno de sus frecuentes posts en Instagram, donde mostraba los encantos de un vestido rosa con flecos que agitaba al tiempo que decía: "Tiquitiquiti, taca tacatá". Ante las criticas feroces, Thalía decidió volver canción eso que le afeaban. Y, como si chocara los tacones de los zapatos rubí, ¡chás!, exitazo instantáneo. Medio mundo musical latino está que trina. Muchos indican que es el marido de la cantante, el productor Tommy Motola, el que ha tenido la genial idea. Pero, ¿por qué no va a ser Thalía quien haciéndose la boba al final ha dado el campanazo?

Tiquitiquiti, taca tacatá. ¿Me escuchan, me oyen? Tilda Swinton y Dakota Johnson se vistieron de intenso rojo para pisar juntas la alfombra roja del Festival de Venecia. Una idea calculada y maravillosa que fue mejor recibida que la película que ambas presentaban. Una vez más la mejor manera de vivir el éxito en estos días es aprovechar lo efímero más que lo duradero. Quizás por eso han reaparecido los míticos zapatos rubí de Judy Garland, para hacerlos clicar y volver a Oz diciendo: tiquitiquiti, taca tacatá por el camino de baldosas amarillas.

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