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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Alarma en Siria

El asalto contra la provincia de Idlib provocará una oleada de refugiados que afectará a Europa

Campo de refugiados en la frontera entre Siria y Turquía, en la provincia de Idlib.
Campo de refugiados en la frontera entre Siria y Turquía, en la provincia de Idlib.Osman Orsal (REUTERS)

La provincia siria de Idlib, la última en manos de los rebeldes que luchan contra Bachar el Asad, resume el desastre de un conflicto que se prolonga desde hace siete años y que ha costado la vida a medio millón de personas ante la mirada impotente de Occidente. Si se cumplen las previsiones más funestas, lo peor puede estar por llegar. Un asalto contra esta provincia, del noroeste del país y fronteriza con Turquía, se convertiría en “el mayor desastre humanitario del siglo XXI”, según Naciones Unidas.

Ese asalto, para el que el régimen lleva preparándose semanas con la intensificación de los bombardeos, tendría un efecto casi inmediato sobre Europa, ya que provocaría una oleada de refugiados similar a la de 2015. La población civil de Idlib asciende a tres millones de personas, de las que la mitad son desplazados de otras partes de Siria. Cada vez que el régimen conquistaba un nuevo territorio permitía un paso seguro hacia esa zona.

Los perdedores del conflicto sirio, los civiles que tenían un miedo más que justificado a las represalias, están ahora ahí, aterrorizados: saben lo que ha ocurrido en otras ofensivas del régimen —bombardeos indiscriminados, ataques químicos— y son conscientes de lo que puede pasar. Entre ellos, se mezclan unos 30.000 combatientes de diferentes facciones, 15.000 de ellos islamistas radicales próximos a Al Qaeda. Solo los bombardeos de las últimas semanas han provocado 30.000 desplazados. La ONU calcula que un asalto causaría la salida de 800.000 personas hacia Turquía y, luego, Europa.

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Lo único que ha podido hacer la UE ante el desastre que se avecina es preparar los campos de refugiados en las islas griegas. Eso también es un resumen de la actitud europea ante el conflicto sirio: ausencia de capacidad diplomática para frenar la matanza y una gestión dividida del flujo de refugiados, que además ha utilizado demagógicamente la ultraderecha para conseguir votos. Mañana se reúnen los presidentes de Rusia, Vladímir Putin, y de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, para tratar la ofensiva. Turquía, que ya alberga 3,5 millones de refugiados sirios, cree que puede parar el ataque garantizando que sus tropas desarmarán o matarán a los rebeldes. Aunque Siria y sus aliados rusos lo acepten, solo retrasaría lo inevitable. Tarde o temprano, Damasco intenta hacerse con Idlib con la ayuda de Moscú.

Aunque todavía quedaría fuera del control del régimen un cuarto del territorio sirio, en manos de milicias kurdas apoyadas por EE UU o zonas desérticas que son más bien una especie de tierra de nadie por la que vagan grupúsculos islamistas, la caída de Idlib permitiría a Bachar el Asad proclamar algo parecido a la victoria en la guerra civil que ha arrasado su país. Pero antes, si ningún actor internacional es capaz de hacer nada, el sufrimiento de la población civil será terrible.

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