_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Blasfemia

No hagamos demasiado caso a quienes quieren ofendernos y contrarrestemos con un poco de indiferencia el placer adictivo de la indignación

Daniel Gascón
El actor Willy Toledo sale de los juzgados de Plaza de Castilla (Madrid) tras haber sido detenido.
El actor Willy Toledo sale de los juzgados de Plaza de Castilla (Madrid) tras haber sido detenido.Europa Press

El actor Willy Toledo no ha sido detenido por la acusación de haber ofendido a los sentimientos religiosos, sino por no haber acudido a una citación ante el juez. Pero esta citación no se habría producido si no se le hubiera acusado en primer lugar. El artículo legal que protege los sentimientos religiosos es una reliquia de otro tiempo, un anacronismo que debería eliminarse hasta por coquetería. La protección de esos sentimientos ya es en sí religiosa. En circunstancias en que la pluralidad en ese terreno estuviera amenazada resultaría más comprensible. Durante mucho tiempo, quienes tenían problemas en España eran quienes tenían convicciones distintas de las católicas. Ahora, cuando no hay impedimentos para tener y manifestar las convicciones religiosas, algunas de las denuncias parten de defensores de la confesión mayoritaria.

Christopher Hitchens recordaba tres procesos decisivos por atentar contra la ortodoxia religiosa: el de Sócrates, el de Jesucristo y el de Galileo. Defender a Willy Toledo parece menos estimulante, pero se puede ver al revés. Nuestras sociedades son más libres, y buena parte del debate sobre los límites de la libertad de expresión gira en torno al derecho a decir tonterías.

La persecución de la blasfemia es la persecución de un crimen sin víctimas, pero la alusión a los sentimientos recuerda a otras tendencias más contemporáneas, que también apelan a las emociones. En el primer caso, las quejas suelen venir de la derecha; en el segundo, de la izquierda. Con frecuencia, se hace con buenas intenciones. El objetivo es proteger a los débiles: quien pide silencio no es necesariamente el ofendido, sino alguien preocupado por la vulnerabilidad de un tercero. Lo que se acota también es un perímetro sagrado: puede ser una doctrina confesional o una convicción ideológica.

De lo sagrado sabemos un par de cosas. Por un lado, es un asunto del que no se puede discutir: esa idea es una de las bases del liberalismo como marco para la coexistencia pacífica. Y, por otro, que todos tenemos un terreno sagrado.

La libertad de expresión está regulada, como todo lo demás; esa regulación debe tener en cuenta las realidades comunicativas y sociales, los efectos buscados y conseguidos. Pero tampoco está de más combinarla con una decisión personal: no hacer demasiado caso de quienes quieren ofendernos y contrarrestar con un poco de indiferencia el placer adictivo de la indignación. @gascondaniel

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Daniel Gascón
Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) estudió Filología Inglesa y Filología Hispánica. Es editor responsable de Letras Libres España. Ha publicado el ensayo 'El golpe posmoderno' (Debate) y las novelas 'Un hipster en la España vacía' y 'La muerte del hipster' (Literatura Random House).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_