Le Corbusier ultrajó una casa y la convirtió en arte
La reconstrucción de la villa E-1027 de Eileen Gray, en la que el arquitecto suizo realizó varios murales, es ahora objeto de un proyecto artístico que analiza el vandalismo sufrido a lo largo de sus nueve décadas
“La veracidad de los materiales de construcción, hormigón, ladrillos y piedra, se mantendrán en todos los edificios construidos o que se construirán”. Le Corbusier hablaba así, como si fuera un mandamiento divino, de los tres ingredientes sobre los que se cocina un edificio. La arquitecta y diseñadora irlandesa Eileen Gray (1878-1976), amiga del maestro suizo, también sabía de esta verdad mística de la arquitectura. Una transparencia y una sinceridad que, si no se trabaja bien con ellos, termina denotando flaqueza y fracaso.
Gray fue una de las primeras mujeres con peso internacional en el diseño industrial. Su aportación del lacado a los muebles de lujo marcó tendencia y condicionó el Estilo Internacional en el interiorismo. Pero la alocada Gray –fue activista bisexual en los años 20 del siglo pasado– también dejó su propia huella en la arquitectura racionalista. La villa E-1027, en las afueras de Menton, en la Provenza de Francia, fue su legado.
Construida entre 1926 y 1929 como residencia de verano de la propia Gray y su amante, el arquitecto rumano Jean Badovici, la historia de la casa E-1027 es la de una obra de arte en continua transformación, la de un espacio maltratado y ocupado de manera ilegal, para convertirse después en objeto de investigación museística. Gray la ideó bajo todos los criterios del Movimiento Moderno de Le Corbusier, como un espacio efectivo, limpio y práctico, con un gran salón abierto que hacía las veces de dormitorio.
Pero la profanación de su pureza estética empezó a los pocos años de terminarse, de mano del propio Le Corbusier que, en 1939 y en contra de la propia Gray, pintó un mural en el corazón de la villa como acto de injuria a su obra, marcando así su futuro y conservación. Era uno de los ultrajes más explícitos de la arquitectura del siglo XX.
Años después, la casa fue abandonada y ocupada de manera ilegal en varias ocasiones; y en la década de los noventa, junto al mural del genio racionalista convivieron varios graffitis que rezaban Welcome (To The Teknival) –bienvenidos a la rave–. Esta frase, ahora, da nombre al trabajo de documentación que el artista Kasper Akhoj (Copenhague, 1976) ha realizado sobre la restauración de la villa E-1027 entre 2009 y 2017. Un proyecto fotográfico que llega a Ivorypress (hasta el 3 de noviembre) tras pasar por Alemania y Dinamarca, y que vuelve a recuperar la E-1027 y su historia para un nuevo público.
“Es un sitio increíblemente intrigante y ambiguo, una obra de arte, un edificio con una historia muy complicada que aún se está escribiendo; pensamos en la arquitectura como un objeto estático, pero este no es el caso”, cuenta Akhoj.
El anecdotario de la E-1027 comienza desde la propia elección de su nombre: sus siglas recogen la E de Eileen y los números hablan del lugar que ocupan en el abecedario las letras J –de Jean– para el 10, la B –de Badovici– con el 2 y la G –de Gray– con el 7. Un juego de letras y números que ya anunciaba movimiento. “Con este trabajo llegué a entender que hay un grado de indecisión, una posibilidad de cambio o reinterpretación; un arquitecto intenta hacer algo, y la siguiente persona aparece y lo cambia y, tal vez, más tarde regresa y corrige el enfoque y encuentra una nueva manera de hacerlo; esta casa ha vivido una hermosa lucha con la indeterminación”.
A lo que se refiere Akhoj es a los múltiples cambios y modificaciones que ha vivido la E-1027 en casi nueve décadas hasta su última restauración. Ya la propia Gray, una vez terminada la casa, creó los armarios empotrados aprovechando los espacios muertos que habían surgido durante la construcción y el mobiliario que incorporó se convirtió en un elemento arquitectónico de la villa, construido ad hoc (como la propia cama-sofá). Un diálogo histórico con el cambio, que, como afirma el artista “durante la restauración, el edificio empezó a desplegarse de una manera que revelaba aspectos de su pasado y su presente; esa transición es la verdadera poesía”. Versos de hormigón, eso sí.
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