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Mi Casado privado

La moda y la vida están en un punto tan básico que hasta los nuevos líderes llevan ‘looks’ sin segundas

¿A qué padres no les gustaría casar a su hija/o con este mozo?
¿A qué padres no les gustaría casar a su hija/o con este mozo?
Daniel García López

Hace poco estuve cenando con un amigo que ha ejercido de periodista, estilista, consultor y varias profesiones más relacionadas con la moda (todas las hace bien) y me dijo que, ahora mismo, la moda le interesa cero. “Es demasiado comercial. Solo veo producto, producto, producto”, se quejaba, y yo solo podía asentir.

Es difícil darle bula a un negocio que cada vez se preocupa menos de producir cosas estupendas que nos seduzcan pero también nos reten, y más de producir cosas, y punto. Me da la sensación de que nos estamos convirtiendo en una panda de bebés. Nos cuelgan sobre la cuna cosas con muchos colores que se mueven y hacen ruidos para que lancemos las manitas hacia ellas y nosotros, por supuesto, lanzamos las manitas hacia ellas solo que con tarjetas de crédito. Un estímulo fácil, una reacción inmediata. Lo que siempre ha intentado la publicidad, dirán, con razón. Lo que cambia es nuestra escasa voluntad de resistirnos.

"Casado es el guapo de su casa. Clásico pero con Apple Watch. Clásico pero de Coldplay"

La moda es un reflejo de lo que nos pasa en general y nada de esto estaría ocurriendo si en la vida misma no nos comportáramos como bebés. Miren la política, hablando de algo cuyo nivel de sofisticación está a nivel guardería. Orban, Trump, Erdogan o Kaczynski demuestran que las borricadas, dichas con gracia y ejecutadas sin más, cosechan salvas de aplausos.

Dice otro amigo que no pasa nada, que todo esto es un ciclo. Que son diez años. Lo que pasa es que solo acabamos de empezar, sobre todo si pensamos en la edad de ciertos políticos ultraconservadores. Sebastian Kurz, el canciller de Austria, tiene 32 años. Y nuestro propio Pablo Casado, 37. ¡Ay! Pero yo no venía aquí a lamentarme sino a hablar de ropa.

Y ahí Casado es tan literal que no sé qué decir. El look de Rajoy era plano y casi torpe (trajes grandes, corbatas anónimas, gafas de contable). Más funcionarial que ideologizada, su ropa era una cortina de humo para luego hacer lo que le diera la gana según le conviniera. Para él el look de estadista era el look del gestor y el look del gestor no se paraba en los distintivos de clase. Y todavía menos en la vanidad.

Donde usted ve un ladrillo nosotros vemos un ‘it-ladrillo’.
Donde usted ve un ladrillo nosotros vemos un ‘it-ladrillo’.

Casado, por el contrario, es un pijo normal de ahora. Clásico pero con Apple Watch. Clásico pero de Coldplay. Es el guapo de su casa y el guapo necesario en una política española asolada por políticos guapos y delgados vestidos con trajes estrechos (al final, el pobre Rivera ha resultado ser el menos guapo y el menos entallado). A Pablo Casado se le ve venir. Su look de buen yerno en tonos campestres es tan indicativo de su ideología, está tan sin adulterar que el periódico La Razón ya ha emitido incluso su veredicto indumentario: “Si las elecciones se rigieran por la moda, el PP ya tendría la mayoría absoluta”.

Hace dos años Supreme, la firma de streetwear cuyos lanzamientos provocan las colas que dan más vueltas a la manzana, puso a la venta un ladrillo. Era un ladrillo normal con el letrero de Supreme. Costaba 30 euros, aunque enseguida se agotó y al poco se revendía por 1.000. Si se trataba de una genialidad o de una bobada es precisamente el debate que la firma neoyorquina quería provocar.

Es parte de su estrategia desde su fundación en 1994: remedar, medio en broma medio en serio, las ridiculeces de la sociedad de consumo. Su logo, de hecho, es una apropiación de la estética de Barbara Kruger, la artista que en 1979 escribió sobre fondo rojo el eslogan compro, luego existo. La broma tenía gracia hasta que todos hemos empezado a comprar ladrillos, y a votar ladrillos, sin saber que eran una broma.

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Sobre la firma

Daniel García López
Es director de ICON, la revista masculina de EL PAÍS, e ICON Design, el suplemento de decoración, arte y arquitectura. Está especializado en cultura, moda y estilo de vida. Forma parte de EL PAÍS desde 2013. Antes, trabajó en Vanidad y Vanity Fair, y publicó en Elle, Marie Claire y El País Semanal. Es autor de la colección ‘Mitos de la moda’.

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