Caminar perfecto
Cada eslabón legal de la cadena de poder, cada organismo de regulación y protección de la competencia es una garantía
Los recientes dictámenes del organismo de la Competencia en España sobre el alquiler de viviendas particulares a través de la plataforma monopolística radicada en San Francisco han levantado ampollas. Su defensa del sistema porque favorece nuevas oportunidades de negocio elude el perjuicio a las ciudades y comunidades de vecinos que padecen los costes e inconveniencias del alquiler por días sin ser compensadas. La explotación de espacios comunes, cierta sensación de inseguridad, molestias por ruido y desórdenes no resultan una chorrada frente al lucro. Tampoco la subida de los precios de alquiler en el centro de las ciudades con más presión turística parecía preocupar al organismo de Competencia. No se percibía demasiada hondura en su análisis y, sin embargo, las reacciones furiosas convendría atemperarlas. Son organismos de este cariz los que fomentan un debate vivo frente a la anestesia general.
Ha sucedido también con varios jueces que han paralizado el cambio de nombre de calles que homenajeaban a protagonistas del golpe militar que desató la guerra civil española. Es muy probable que cierta simpatía personal por la causa tiña sus sentencias recurribles, pero eso tampoco los desacredita del todo. Las autoridades están obligadas a atravesar todos aquellos procesos legales que sean pertinentes antes de imponer sus criterios. Y esa fricción no es empobrecedora, sino todo lo contrario. Lograr que decisiones duraderas sean tomadas bajo la máxima racionalidad obliga a renunciar a las indignaciones desmedidas y a las prisas histéricas, malas consejeras para asuntos de calado.
A menudo, los ciudadanos se comportan como adolescentes que exigen satisfacer sus urgencias sin someterlas al escrutinio de los adultos. Cada eslabón legal de la cadena de poder, cada organismo de regulación y protección de la competencia es una garantía. Ojalá hubieran funcionado con presteza ante las implantaciones de monopolios tan tremendos en los buscadores virtuales, la tecnología de la comunicación, el sistema televisivo y otros sectores hoy en poder de tan pocas manos que la falsa sensación de libertad de mercado ofende a la inteligencia. Las regulaciones y alteraciones de lo público nos conciernen a todos. Los pasos intermedios han de dotar a la ciudadanía de elementos para una discusión razonable y bien informada. Ahí es donde la potencia colectiva se ha de imponer y no en la histeria opinativa, al mando de quienes más vocean. Así cada tropiezo no es una amenaza, sino una invitación a caminar recto y con segura firmeza.
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