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Columna
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La soledad de las víctimas

Difícil será vencer al terrorismo si no sabemos ni siquiera identificar quienes son los culpables

Lluís Bassets
Ofrenda floral, en Barcelona, en recuerdo de las víctimas de los atentados.
Ofrenda floral, en Barcelona, en recuerdo de las víctimas de los atentados.Alejandro Garcia (EFE)

Nada puede aliviar esta soledad infinita. Lo saben todos lo que han pasado experiencias extremas: terrorismo, guerra, campos de exterminio… Nadie puede entender el dolor de quien ha sobrevivido a una atrocidad como la que vivimos en Barcelona y Cambrils hace un año.

Puede que los supervivientes hayan curado rápidamente sus heridas físicas, pero hay otras heridas mucho más serias de las que desgraciadamente será difícil que se recuperen: ese grito silencioso de los muertos que claman desde la nada y les señalan como culpables. Culpables de sobrevivir, culpables por no estar en el lugar donde están ellos, fundidos en el polvo.

El dolor de las víctimas es invisible, no se oye, pero irradia. Participan de él sus familiares, quienes les atendieron, quienes les han ayudado a regresar al mundo de los vivos… Participan también quienes les escuchan y respetan. Todos podemos participar de este dolor si sabemos escuchar y respetar al superviviente.

Los narcisistas no pueden ser solidarios ni respetuosos porque solo quieren solidaridad y respeto para ellos mismos. Por eso el superviviente también molesta. Su experiencia denuncia la inseguridad y la impotencia para impedir el crimen. Y su dolor, nuestra indiferencia y nuestra pasividad para prevenir que actos tan perversos vuelvan a repetirse.

Hay preguntas que solo se las pueden hacer los supervivientes y quienes están dispuestos a compartir con ellos el peso de su inocente culpa de haber sobrevivido. ¿De qué sirven los homenajes y los aniversarios si no corregimos los errores que cometimos e incluso somos capaces de repetirlos?

El terrorismo pretende dividir nuestras sociedades, enfrentarnos unos a otros, difundir la idea de una culpa colectiva que debemos purgar mediante el dolor y la muerte que ejercen sobre nosotros. Hacernos frágiles y vulnerables. Preparados para ser convencidos, para entregar nuestras libertades y nuestros valores. Cuanto más dividida y desunida está una sociedad sobre las cuestiones más esenciales de su vida en común más fácil es que sea vea afectada por el mal que inocula la acción violenta del terrorismo.

Difícil será vencer al terrorismo si no sabemos ni siquiera identificar quienes son los culpables. Si mezclamos a los terroristas y la ideología que les anima con las culpas del sistema, el comercio de armas, la islamofobia o incluso los servicios de inteligencia, como ha sucedido tantas veces en interpretaciones conspiranoicas. O si no sabemos muy bien quienes son realmente las víctimas y nos hacemos homenajes a nosotros mismos y a nuestras ideas partidistas.

Las víctimas han estado ocultas durante todo el año transcurrido desde los atentados de Barcelona y Cambrils. Nuestra sociedad, dividida y enfrentada, no sabía qué hacer con ellas y apenas sabe ahora quiénes son los culpables. Va a costar mucho recuperar esa unidad civil imprescindible para acompañar al dolor de los supervivientes, pero hoy se ha hecho el primer paso al evitar al menos la exhibición impúdica de nuestras divisiones.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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