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MIRADOR
Columna
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Los segundos

No hay nada que no sepamos hasta un segundo antes de que ocurra

Manuel Jabois
James Salter en octubre de 1999 en París.
James Salter en octubre de 1999 en París. Ulf Andersen (GETTY IMAGES)

Yo sabía que James Salter había escrito un relato en el que una mujer, enferma, pide ayuda a su marido para morir en una noche en la que ambos salen a la última cena con una amiga íntima de la pareja. No sólo lo sabía sino que lo había leído, y no hace tanto tiempo, de hecho recientemente. Ese relato me había impactado porque en cuanto el marido acabó con su mujer arriba, creyéndola ya muerta, abajo se enrollan de forma incomprensible él y la amiga, llevados por sabe Dios qué —y a fe que lo entiendo por más que haga por no entenderlo—, y pasan la noche juntos. Entonces, por la mañana, escuchan un ruido y ven a la esposa bajando las escaleras mientras se queja de que algo no ha funcionado, y le reprocha a su marido la falta de eficacia en la aplicación de la eutanasia. Digo que lo sabía y que lo había leído, aunque se me habían escapado, o había olvidado, dos detalles fundamentales. Una es la frase del relato, cuando se explica que el marido y aquella amante ocasional volvieron a verse solo dos o tres veces más porque “lo que sea que une a las personas había desaparecido”. La otra es que Salter tenía 81 años, una edad escandalosa; los años en los que uno lleva mejor no haber entendido nunca nada, ni pretenderlo.

Ese relato de Salter siempre lo asocié a otro, éste leído con anterioridad, de Txani Rodríguez. Que lo haya asociado no quiere decir que sean parecidos ni que sean muy distintos. Es un cuento corto y doloroso: en un pequeño pueblo que sufre habitualmente actividad sísmica, un terremoto sorprende a una pareja que cena en compañía del hermano del novio; tiembla el suelo, se caen las paredes y los cuadros, y cuando el novio busca a su novia para agarrarse a ella, la encuentra ya en un rincón abrazada a su hermano, los dos creyendo que era el final. Escribe Rodríguez que entonces al joven, al novio, el terremoto dejó de importarle: ¿hay algo que supere en gravedad a lo que ha visto? La escena recuerda al alud sobre el que se funda una película maestra, Fuerza mayor (2014), en la que, ante una avalancha que amenaza con matarlos, un marido salta de la silla cogiendo su teléfono de la mesa mientras que la primera reacción de la esposa es proteger a los dos hijos; el alud se detiene, y el hombre regresa como si nada a la familia, que ya es un cráter. Todo lo que sigue a continuación es una exhibición de impudor e impotencia; querer hacer de un instinto algo reversible. No hay nada que no sepamos hasta un segundo antes de que ocurra.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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