_
_
_
_
LA PUNTA DE LA LENGUA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los padres que casan a los hijos

Esa expresión suena cada vez más anacrónica, sobre todo si se ve en los titulares de los diarios

Álex Grijelmo
Boda del hijo de Alberto Ruiz Gallardón en 2012 en Santiago de Compostela.
Boda del hijo de Alberto Ruiz Gallardón en 2012 en Santiago de Compostela. Europa Press/Europa Press via Getty Images

En algunas noticias, casarse es cosa de tres: un padre o una madre explícitos, un hijo o una hija mencionados y un contrayente tácito. El oficiante queda suplantado.

La oración “se casa la hija del empresario Tal” deja paso a “el empresario Tal casa a su hija”.

Los titulares de las informaciones sobre asuntillos sociales lo demuestran a cada rato. “El magnate Donald Trump casa a su hijo Eric en una boda de perfil bajo” (2014), “Sánchez Galán casa a su hijo Nacho en Ciudad Rodrigo” (2014), “Michel González casa a su hijo pequeño” (2017), “Ruiz Gallardón casa a su hijo cineasta” (2017).

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

El padre puede casar a un hijo pero también a una hija: “Jesús Posada casa este sábado a su hija ante la plana mayor del PP” (2014), “Ancelotti casa a su hija Katia en Nápoles a un mes de su boda en Canadá” (2014), “Jaume Matas casa a su hija en Mallorca en una boda de unos 60.000 euros” (2016), “Ángel Acebes casa a su hija Ana en la iglesia de San Pedro de Ávila” (2016), “El presidente Erdogan casa a su hija ante 6.000 invitados” (2016), “Ignacio González casa a su hija ocho meses después” (2018).

En cambio, las madres casan en la prensa sobre todo a sus hijos varones: “Ana Botín casa a su hijo mayor, Felipe Morenés, en Cantabria” (2016). “Una orgullosa Ana Rosa Quintana casa a su hijo Álvaro con total discreción” (2016). “Mari Luz Barreiros casa a su hijo en la finca que compartió con Jesús Polanco” (2014). “Beatriz de Orleans casa a su hijo con una princesa bávara” (2014).

He hallado menos casos de madre casa a hija (quizás por la visión patriarcal que predomina en la crónica rosa): “Helen Lindes y la tierna mirada de una madre que casa a su hija” (2015) y “La florista de los royals casa a su hija..., con Tamara Falcó como invitada” (2017). (Añado ahí la coma que faltaba).

Sólo encontré dos ejemplos desde 2014 en los que padre y madre actúan por igual: “Al Bano y Romina Power casan a su hija Cristel Carrisi con el millonario Davor Luksic” (2016) y “Ana Rosa Quintana y Alfonso Rojo casan a su hijo este verano” (2016).

Hoy en día, los hijos eligen con libertad a sus parejas, y, como mucho, ya sólo dejan a los padres la financiación del banquete nupcial. Pero hubo un tiempo en que los progenitores concertaban o propiciaban los matrimonios por razones sociales o económicas. Y eso encaja con la acepción que incorporó la Academia en 1843 en la entrada “casar”: “Disponer un padre o superior el casamiento de una hija u otra persona que está bajo su dominio” (la referencia concreta a la hija desapareció en 1925).

Por su parte, el Diccionario del Español Actual (Seco, Andrés y Ramos, 2011) recoge también esa definición, pero añade un significado deducible de los ejemplos reseñados: “Asistir al casamiento de alguien o verlo realizado”. Y cita textos periodísticos de 1975 y 1997. De ese modo, se ve cómo la expresión se ha fosilizado en el lenguaje aunque su formulación literal choque con nuestras costumbres de hoy.

El problema de la insistencia en este uso radica en que se muestra a los novios en las noticias como meros comparsas de un acto social de los padres, quienes usurpan en el titular el protagonismo de los contrayentes, al convertirse en el sujeto de la oración. Y no se trata tanto de una incorrección o de un anacronismo formal como de una falta de sensibilidad que reproduce por vía subliminal, inconsciente, unos esquemas mentales ya caducos.

 

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_