Jóvenes malditos
Después de lustros estudiando, negando que no exista una meritocracia justa y digna para aquellos que sacrifican noches con amigos, viajes que alimenten la cultura de uno y todo tipo de actividades recreativas, la realidad se convierte en un muro con el que chocas sin oportunidad de dar marcha atrás. Encuentras trabajo de duración determinada con un salario base de 950 euros después de una licenciatura y un máster, según muchos soy un afortunado. Vivo en una habitación porque con el contrato que tengo junto con el de mi pareja, que es médico residente, tampoco es válido porque no llegamos al mínimo para alquilar un piso de 50 metros cuadrados, a pesar de que ganamos lo suficiente para poder pagar 700 euros al mes. Dentro de unos años protestaremos por pensiones justas imposibles y una tasa de natalidad que haga sostenible el sistema porque sin trabajo, sin un hogar estable y viviendo en una habitación, pensar con mi pareja en ser tres se traduce en multitud.— Nicolás Joel Facal Giuliani. Madrid.
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