Y nosotros, ¿cuándo?
La cultura, como siempre ha ocurrido, ocupa el último lugar de las prioridades políticas
El Gobierno de Pedro Sánchez ha pisado el acelerador para acometer algunas de sus reformas prometidas y coser las heridas que dejó el PP, durante sus años de mayoría absoluta, en la muy dolorida carne de nuestro Estado de bienestar. Y ha dado también algunas muestras de no poca capacidad negociadora, en tiempos que requieren diálogo y esfuerzo conciliador para salir de las muchas dificultades con las que se enfrenta nuestro país.
Pero, como sucede con frecuencia en España con los políticos de cualquier signo, tengo la impresión de que, de nuevo, las gentes de la cultura hemos sido puestas a la cola de la ventanilla de urgencias. Es cierto que el nuevo presidente ha dado un paso adelante al crear el ministerio del ramo y poner a su frente a una persona de reconocido prestigio intelectual. Yo lo aplaudo, por supuesto, en cuanto escritor. Pero me parece que algunas de nuestras más importantes reivindicaciones han entrado en una especie de vía muerta.
Me refiero, sobre todo, a la exigencia que más de cien asociaciones de creadores de distintas ramas del arte —con la Asociación Colegial de Escritores (ACE) como punta de lanza— han venido poniendo sobre la mesa de los políticos durante los últimos años, clamando contra el abuso (impulsado por el tándem Montoro-Báñez) que supone el que los artistas que cobran una pensión se vean privados de ella si realizan trabajos de creación artística. Y más aún, que un buen puñado de ellos sean obligados a restituir —a plazos, si lo desean, eso sí— cantidades desmesuradas a la Seguridad Social por los años que cobraron su pensión mientras producían sus obras.
La persecución de los creadores desatada por el cavernario tándem comenzó el 9 de diciembre de 2014, cuando a un escritor asturiano se le reclamaron más de 70.000 euros de cantidades cobradas “indebidamente” como pensión por el hecho de seguir produciendo libros y artículos. Obligado a vender su vivienda para satisfacer el pago, su mujer se suicidó un día antes de la firma de la transacción, arrojándose al mar en Llanes el 15 de diciembre de ese año. Poniendo una siniestra guinda en el asunto, al escritor se le liberó de inmediato del pago de la cantidad reclamada y la ministra Fátima Báñez alegó que había existido un error en las cuentas.
Numerosos creadores deben seguir pagando cantidades astronómicas para satisfacer su “deuda” con la Seguridad Social
Los meses siguientes, la cruel campaña de Montero-Báñez implicó a muchos nuevos creadores, entre otros, al añorado Antonio Fraguas, Forges, a quien se le reclamaron más de 160.000 euros, y a quien esto firma, por un total de 120.000. Todos seguimos pagando en cantidades fraccionadas, mes a mes, las referidas “devoluciones”, aunque ignoro si la familia de Forges sigue siendo objeto de tamaña canallada.
Bajo la presión de la plataforma Seguir Creando, fundada en junio de 2015, se constituyó una subcomisión parlamentaria para estudiar el asunto en el año 2017. Tanto el ministro de Cultura, el señor Méndez de Vigo, como la titular de Trabajo y Seguridad Social, la ya nombrada señora Báñez, proclamaron que “el asunto está resuelto”. Mintieron, porque todo siguió igual. Eso sí, la señora Báñez afirmó ante una representación de la plataforma Seguir Creando que a ella le gustaba mucho la poesía.
En mayo de este año, la subcomisión parlamentaria terminó su informe, que pasó a la Comisión de Cultura el pasado mes de junio, donde el día 21 fue aprobado por unanimidad por todos los grupos parlamentarios. En el escrito se establecía claramente la necesidad de hacer compatibles las pensiones con los trabajos creativos.
Y desde entonces, nada nuevo. Y la cultura, como siempre, en el último lugar de las prioridades políticas. Y todo ello mientras hay numerosos creadores que deben seguir pagando cantidades astronómicas, mes a mes, para satisfacer su “deuda” con la Seguridad Social.
De pronto, me acuerdo de Billy el Niño. Cargado de medallas, cobra un 50% más de pensión mensual gracias a sus méritos en el servicio a la patria: arrancar uñas de sospechosos políticos, patear genitales de demócratas opositores al franquismo, quién sabe si asesinar… ¿Le quitarán su pensión, como se afirma, labrada en el terror? Y, sobre todo, ¿tendrá que devolver todo lo que cobró estos años por sus cualidades de torturador mientras los escritores son penalizados por el hecho de crear en libertad?
Escribo desde la cola de la ventanilla.
Javier Reverte es escritor.
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