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CLAVES
Columna
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El coscorrón

Cualquier bravucón que sepa tocar las teclas oscuras de la voluntad se convierte en un héroe que hipnotiza a las masas

José Andrés Rojo
Salvini, ministro de Interior italiano, se hace un selfie en una granja que fue confiscada a la mafia italiana en 2007.
Salvini, ministro de Interior italiano, se hace un selfie en una granja que fue confiscada a la mafia italiana en 2007. FABIO DI PIETRO (AP)

Decía Schopenhauer que si uno hurgaba en la voluntad poco iba a sacar en claro: ahí reina el caos, se agitan los deseos, todo está oscuro y enmarañado, manda el desorden. Por eso, incapaces de gobernar en aquel dislate, los hombres habían tirado por el camino de la representación: dar forma a los impulsos, organizar los enredos, intentar colocar cada cosa en su sitio. La historia del siglo XX sirve para ilustrar esa idea del mundo como voluntad y representación. Las dos guerras mundiales abrieron el grifo para que fluyera toda la negrura de la zona de la voluntad y estallaron los odios, las humillaciones, las más perversas ambiciones, la noche oscura del alma. Sobre las ruinas del segundo de los grandes conflictos hubo quienes procuraron construir un mundo más previsible y menos heroico, más ajustado a las leyes y a unas reglas de juego establecidas. El Estado de bienestar, y la Unión Europea como la forma más acabada de un club de países que querían evitar los horrores del pasado, fue el resultado de ese afán: armar un artificio, una representación. Era inevitable que tuviera un punto de frialdad.

Es esa sofisticada construcción la que ahora atraviesa por severas dificultades. Es posible que el excesivo celo que puso la burocracia de Bruselas por regular las relaciones entre los distintos países que la componen haya producido un cierto hartazgo. La consecuencia de esta torpeza es lo que se está empezando a ver ahora: cualquier bravucón que sepa tocar las teclas oscuras de la voluntad (viejas postergaciones, miedos, afanes de grandeza, ajustes de cuentas) se convierte en un héroe que hipnotiza a las masas. Salvini le ha hecho un corte de mangas a la política migratoria, el Gobierno polaco ha decidido saltarse la separación de poderes. La Unión Europea podría, acaso debería, responder con sanciones. Pero nada hay que alimente más al monstruo que la humillación. Cualquier pequeño coscorrón de Bruselas a alguno de los países díscolos les serviría para convertirse en víctimas, el mejor camino para ondear la bandera del resentimiento y acumular más y más seguidores. De ahí viene la parálisis de la Unión, y toda la golfería responde vibrando con sus cánticos sobre su grandeza propia y los horrores encarnados en todos los demás. Pero no hay otra, Europa debe seguir remando.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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