Francia y Alemania
El Gobierno de Sánchez tendría que trazarse ese objetivo: la vuelta de España a la cabeza del liderazgo europeo
Me subo a un taxi de Madrid. Suena la radio. Están hablando de la subida salarial. El taxista oye la noticia de que pronto habrá un salario mínimo de mil euros en 14 pagas al año. Me dice que su hijo se tuvo que ir a Alemania, donde por hacer lo mismo que hace en España cobra más del doble. “Más del doble”, lo dice dos veces. Lo dice con garra por un lado, con pena por el otro, porque hace más de tres meses que no ve a su hijo. “No puedo ir a Alemania como quien se va a Toledo”, me dice el taxista. “Bueno, puede venir él a verle a usted a Madrid”. “No, no quiero que se gaste el dinero en billetes de avión, mejor vamos su madre y yo a verlo”, dice el taxista. Me quedo pensando en esta historia. “Si no vivimos como en Alemania, ya me dirá usted para qué queremos tanta Europa, tengo 64 años y me hubiera gustado jubilarme con un Mercedes y no con este Skoda viejo”, me dice de nuevo. Trabajar mucho y duro, en un país como España, y no llegar ni a los mil euros al mes debería propiciar una revolución. Pero la gente aguanta. “Ya no vendrá más”, dice el taxista. Le pregunto que por qué. “Tiene una novia alemana, ya se quedará allí y mis nietos serán alemanes, porque allí los colegios son mejores, allí todo es mejor”, dice con aire melancólico. “El sentido de la vida no es mejor allí”, le refuto. “Ya, pero con eso no se come”, y zanja la conversación.
Llego a casa. Pongo la tele, el telediario. Y sale Pedro Sánchez con Angela Merkel. Se les nota distendidos. El Gran Wyoming, en “El Intermedio”, ironiza sobre esta relación. Dice que se han enamorado. Sonríen Pedro y Angela. A los españoles nos tranquiliza ver a nuestro Presidente con otros Presidentes, porque sabemos que eso da dinero y visibilidad. Pues una sonrisa de Angela Merkel puede valer unas cuantas inversiones de empresas alemanas en España. La Merkel sonríe más y mejor a Pedro Sánchez que a Mariano Rajoy. Pienso en el hijo del taxista, lo imagino viendo la televisión y acordándose de España y de su padre. Ha hecho bien Pedro Sánchez en ir a ver con urgencia a nuestros socios europeos. También se vio con Macron. Francia y Alemania, siempre en el norte de nuestros anhelos. Nos gustaría ser tan cultos como los franceses y tan ricos como los alemanes. Podemos hacerlo, claro que sí. El gobierno de Sánchez tendría que trazarse ese objetivo: la vuelta de España a la cabeza del liderazgo europeo. Ese liderazgo moral existió en su día, con Felipe González. Recuerdo a González y a Kohl y a Mitterrand en las fotos de aquella época. España necesita a Francia y a Alemania, pero de igual a igual. Pedro Sánchez y su gobierno tienen la imaginación y la capacidad para devolver a España un lugar central en Europa, porque ese lugar lo habíamos perdido.
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