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LA PUNTA DE LA LENGUA
Columna
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El árbitro sin reglamento

Un contendiente que se salta las reglas no puede protestar si le muestran una tarjeta amarilla

Álex Grijelmo
Quim Torra.
Quim Torra.Renata Brito (AP)

Los independentistas catalanes le reprochan al Rey casi cada día que en el discurso del 3 de octubre pasado incumpliera su papel de árbitro. Este término procede del latín arbiter, idioma en el que ya equivalía tanto a “juez” como a “referente” (“es el árbitro de la elegancia”, “es la árbitra del buen gusto”, por ejemplo; o sea, lo que ahora llaman influencer o it girl). En definitiva, alguien con autoridad para que su opinión sea aceptada por otros.

El Diccionario ofrece dos acepciones que se aproximan al sentido aplicable a este asunto. La primera indica: “Persona que, como autoridad reconocida o designada por las partes, resuelve un conflicto o concilia intereses” (por ejemplo, en un conflicto laboral y según el convenio y la ley). Pero el Rey no ha sido reconocido por los secesionistas como autoridad (incluso retiran sus retratos oficiales), y por tanto no pueden evocar esa definición.

La otra acepción define “árbitro” como “persona que en algunas competiciones, normalmente deportivas, cuida de la aplicación del reglamento, sanciona las infracciones o fallos y valida los resultados”. Un uso metafórico de este “árbitro” sí serviría, en cambio, para un rey que diera la razón a unos y se la quitase a otros según su leal saber y entender. Y el pasado octubre ese árbitro debía intervenir precisamente en el partido entre el Gobierno de Rajoy y el Gobierno de Puigdemont.

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Los árbitros se suponen neutrales hasta el momento en que nos quitan la razón, eso ya se sabe. Pero llama la atención que en la metáfora secesionista del Rey como árbitro se olvide algo muy relevante: el reglamento. Si el balón sale por la línea de fondo golpeado por un jugador que defiende su marco, el árbitro determinará que el equipo contrario sacará desde el cornijal; y si ese mismo futbolista golpea voluntariamente la pelota con la mano dentro del área, decretará la pena máxima.

En el conflicto entre los independentistas y el resto de los españoles (incluidos millones de catalanes), aquéllos se saltaron la Constitución y el Estatut a la torera, y además pretendían declarar la independencia sin reunir siquiera la mayoría de los votos. Por tanto, este contendiente no le puede exigir al árbitro que se muestre conciliador. Es como si un jugador insulta a un contrario y se queja luego de que le hayan mostrado una tarjeta amarilla. Pues oiga, eso es lo que se espera del árbitro neutral.

En el lenguaje del separatismo, el árbitro debería ser alguien que se situase en el medio de dos opciones para dar un poco la razón a los unos y otro poco a los otros, aunque una de las partes hubiera decidido prescindir del balón con el que se disputa el encuentro y golpear solamente su propia pelota.

El presidente catalán, Quim Torra, ha reiterado además que en aquel discurso “el Rey apoyó la represión del 1 de octubre". Pero quien repase las 661 palabras de Felipe VI no encontrará en ellas apoyo alguno a las innecesarias, estúpidas y violentas acciones de la policía en aquella fecha. Se puede alegar que no las condenó, y se dirá una verdad. Pero si se critica que las apoyó, se dirá una mentira.

Todo árbitro (deportivo o laboral) tiene, pues, su propio marco normativo. Y por tanto se debería distinguir entre el que es árbitro y el que es arbitrario. Este adjetivo puede aplicarse aquí precisamente a quien defiende la connivencia del juez con el delincuente; porque “arbitrario” significa “sujeto a la libre voluntad o al capricho antes que a la ley o a la razón”.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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