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¿Por qué los españoles nos pasamos el día diciendo “¡madre mía!”?

De 'La Celestina' a Ana Pastor, de películas de John Ford al cantante Cepeda... ¿qué tiene esta expresión que nos hace pronunciarla en cualquier situación de nuestra vida?

La principal virtud del ¡madre mía! es que es multifuncional (dicho de un modo castizo, lo mismo vale para un roto que para un descosido…). En la imagen, Javier Cámara y Julián López en la película 'Fe de etarras'.
La principal virtud del ¡madre mía! es que es multifuncional (dicho de un modo castizo, lo mismo vale para un roto que para un descosido…). En la imagen, Javier Cámara y Julián López en la película 'Fe de etarras'.

Es una película (muda, por cierto) de John Ford, de 1928; un libro de la autora argentina Florencia del Campo; un poema de William Hope Hodgson; un recurso empleado en ocasiones por Ana Pastor en su Twitter y, en primer lugar y en versión italiana —Mamma mia—, una de las canciones más populares de Abba. Pero sobre todo, es una de las expresiones más empleadas a lo largo del día en cualquier lugar. Hemos querido hacer la prueba lápiz y papel en mano. Resultado: sí, sale por nuestra boca un importante número de veces. Tanto que en ocasiones ni siquiera se sabe si califica como positivo o negativo aquello a lo que se refiere. “En la gramática de la RAE, se incluye ¡madre mía! entre las frases exclamativas fosilizadas a modo de interjección y que invocan a Dios, a Jesucristo, a la Virgen o a los santos, junto con otras como ave María, ave María Purísima, cielo santo, cielos…” dice Juan Romeu Fernández, lingüista de la web sinfaltas.com.

“La madre, como decimos en las teorías psicodinámicas, es la principal figura de apego. Está siempre presente y siempre se recurre a ella. Decimos antes ‘mamá’ que ‘papá’. Son años y años de evolución”

Pero no nos equivoquemos, aunque hay madres mías referidas a esa señora que nos han parido, este que tanto empleamos parece tener un origen religioso que se refiere “al amparo que siempre se ha atribuido de forma especial a la Virgen”. Este sería el ejemplo del “Madre mía, por amor de Dios…” que masculla Pármeno en La Celestina. Aunque el lingüista también hace notar que “también tenemos expresiones dirigidas a Dios, pero en ellas raramente aparece la palabra padre. Seguramente tiene que ver la percepción tradicional de la madre como alguien que cuida más de los hijos, pero esto es una mera suposición”. Esta teoría del lingüista parece ser corroborada por Manuel Nevado, doctor en Psicología Clínica y miembro del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid: “La madre, como decimos en las teorías psicodinámicas, es la principal figura de apego. Está siempre presente y siempre se recurre a ella. Decimos antes ‘mamá’ que ‘papá’. Son años y años de evolución”. A ver quién es el valiente que cuando está malo no llama a su mamá…

El caso es que se ha extendido tanto el uso de la expresión que la empleamos tanto para resaltar situaciones positivas “¡Madre mía, qué suerte he tenido!”; como negativas: “¡Qué tonto y qué ciego y qué desvalido eres, madre mía!”, se dice en La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza. Eso sí, “en los diccionarios se dice que esta expresión se usa para mostrar extrañeza, sorpresa (generalmente desagradable), admiración y también disgusto”, comenta Romeu. Así que no queda más remedio que estar atento al contexto —en la escritura— y al tono y los gestos —en la lengua hablada—. Y para poner un ejemplo claro, el lingüista hace alusión al "¡madre mía!" del croata Luka Modric, “que podría parecer de disgusto por los gestos, y cambia completamente si se sabe que es en el vestuario del Madrid justo después de clasificarse para la final de la Champions”. (Puedes ver el vídeo aquí).

Juan Castilla, psicólogo clínico especializado en inteligencia emocional y psicología positiva subraya que este tipo de expresiones de sorpresa son instintivas: “Cejas para arriba, boca abierta y apertura de ojos. Las exclamaciones más viscerales, impulsivas o emocionales son una forma de acompañar esas expresiones innatas. Si son exclamaciones que no son aceptadas socialmente, las intentamos moldear usando en su lugar otras que no ofendan.” En este sentido, Manuel Nevado cree que “normalmente somos capaces de controlar la expresión en función del entorno. Si estamos con gente de mucha confianza es probable que nos salga un taco, mientras que en un ambiente más controlado serán más comunes las frases más tradicionales”. Este psicólogo también recalca las diferencias según la zona de España donde estemos: “Hay un factor cultural. No son iguales las expresiones de Andalucía que las del País Vasco. ‘Madre mía’ o ‘madre del amor hermoso’ son más habituales en el sur de España; mientras que ‘ahí va la hostia’ es más frecuente en el norte. Tiene que ver con la cultura en la que has crecido. Si eres una persona religiosa te van a salir frases como ‘virgencita, virgencita’ o ‘Dios mío de mi vida’…”

Ante todas estas tesituras, parece evidente que la principal virtud del ¡madre mía! es que es multifuncional (dicho de un modo castizo, lo mismo vale para un roto que para un descosido…), porque hace referencia tanto a sorpresa como a disgusto; recalca algo positivo como algo negativo; se puede soltar en un momento de ambiente informal, pero también si a uno le toca asistir a una boda real; se emplea en fútbol, y también en baloncesto, si se trata de alabar a Lebron James; Lo emplea Ana Pastor, pero también Cepeda, el triunfito… Vamos, que es apto para todos los públicos.

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