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¿Qué pasa si se me cae un injerto de pelo en pleno proceso?

Capítulo 5. Al comienzo de esta técnica solo se podían poner 500 pelos, ahora se llega a 10.000, pero en los primeros días solo están sembrados y se pueden perder fácilmente

"De lo que estoy más orgulloso es de este pelo. Toda mi puta carrera entera está aquí. Todo eso que le he comentado de vivir eternamente. Si esto no estuviera aquí, usted no estaría entrevistándome. Tenemos que elevar gracias y oraciones por esto". Noel Gallagher

Segundo día de intervención de injerto capilar. Pocas novedades con respecto al bucle del día anterior de camisón-zapatillas-anestesia-monitorización-intervención-siesta-de-seis-horas-campanas-de-boda-merendilla-sublime, con la salvedad de que esta vez hemos permanecido todo el tiempo boca arriba y el Sujeto 2 ha grabado unos vídeos que demuestran que hemos estado roncando durante todo el proceso, ¡qué bochorno, pobres operarias!

Y como esta vez le han metido mano a las zonas donantes laterales, tenemos las dos orejas disparatadamente hacia fuera, por la inflamación lógica y por aquello de los sueros que infiltran en la zona para facilitar la extracción de los folículos. También tenemos media frente paralizada por efecto de la anestesia, lo que nos impide arquear la ceja derecha, dramático; hoy somos, por derecho, Sloth. De dolores, nada, si acaso una leve comezón en las zonas donantes, nada que nos haga recurrir al Nolotil Ampollas.

Salimos de la clínica con gorrito-pañuelo de lunares verde hospital, gafas de sol y, esta vez sí, cubiertos con una sudadera con capucha, toca disfrazarse por un rato de Unabomber. En casa, volvemos a cenar como famélicos desesperados, nos tomamos la medicación y rociamos cada hora el sufrido cuero cabelludo con dos tipos diferentes de espray de agua termal refrescante. Hemos dormido recostados en el sofá, mucho mejor gracias al Orfidal. Por cierto, hay unos documentales sobre el Tercer Reich en Canal Historia impresionantes. Quizá sean los culpables de que hayamos soñado con el Doctor Mengele haciendo todo tipo de experimentos terribles, como implantarnos plumas de águila albina, en nuestras cabezas.

Cuidado: las unidades foliculares están 'sembradas' y pueden desprenderse con facilidad

Al día siguiente nos levantamos con la ceja derecha paralizada, ¡esto es un problema! Ese arqueo de ceja es un Arma de Seducción Masiva. Al llegar a la clínica la doctora nos tranquiliza, en cuanto pase el efecto de la anestesia lo recuperaremos. La revisión descubre —¡Ay, ay, ay!— que se nos han desprendido 10 unidades foliculares de la coronilla, quizás por algún movimiento inoportuno realizado durante el sueño, o cuando nos dimos ese golpecito con la mampara de la ducha... La doctora nos los recoloca, confiando en que agarren. "Tenían pinta de frescos, puede que funcione", dice tranquilizadora. Acordándonos de su nombre de pila, rezamos por un nuevo milagro de Lourdes. Diez unidades foliculares de menos en la coronilla son asunto peliagudo.

ADVERTENCIA: Futuros trasplantados capilares, tómense este asunto en serio. Las unidades foliculares están sembradas, y hasta que agarren pasados unos días, pueden desprenderse fácilmente. El personal nos cuenta casos como el de un paciente que, atontado por el efecto de la sedación, se golpeó la cabeza con el marco de la puerta del taxi que había ido a recogerlo y allá que se fueron volando un buen puñado de unidades foliculares; o el de otro sujeto que arrastró una buena cantidad de ellas al quitarse la parte de arriba del pijama... De hecho, una de la enfermeras mira con reprobación la camiseta que llevamos debajo de la camisa. "Cuidado al quitarla", nos dice amenazante. Tranquila, antes de poner en juego una sola unidad folicular más o bien nos la partimos como Camarón o bien nos la dejamos puesta varios meses en plan Isabel La Católica, ya veremos.

Además del Reimplante Folicular de Emergencia y la primera cura (nos limpian las zonas donantes con una disolución de agua oxigenada y suero), hoy —y mañana— le toca trasplante al Sujeto 2. Así que cuando lo vemos dormirse como un bendito en cuestión de segundos aprovechamos para pelar la pava con el equipo que participa en la intervención, seis mujeres vestidas de rojo Ferrari que actúan con la misma precisión y cohesión que los mecánicos de la escudería italiana cuando cambian una rueda, o más. [Confesión: a) tendemos a la hipérbole y b) padecemos con facilidad el Síndrome de Estocolmo]. Nuestro pelo y nuestra salud están en sus manos, así que les profesamos cariño y respeto a manos llenas. Con la euforia de la sedación llegamos incluso a pensar en pedirles matrimonio a todas.

La primera pregunta es, pues, para la anestesista: "¿Qué mierda tan buena es esa que nos das, por Paracelso?". "Un cóctel de Midazolam, Propofol y Remifentalino. El Propofol lo mismo te suena, es lo que mató a Michael Jackson", nos informa. El de anestesista —pendiente también de la tensión del paciente para evitar el sangrado— es el único puesto itinerante. El resto son auxiliares de enfermería (Isabel, Lucía y Paloma), técnicos capilares (María y Pepa) y la madre superiora, su Excelentísima e Ilustrísima y Mañosísima Lourdes Linzoain.

¿Hasta cuántos pelos se pueden poner? Al principio llegar a 1.000 era un milagro

La doctora Linzoain es veterana en asuntos capilares. En cuarto de Medicina descubrió la rama de Cirugía Plástica: "Y me enamoré", nos cuenta abriendo sus enormes ojos azules. Así que en 1991 esta inquieta navarrica se fue al Instituto Dexeus a aprender a la vera del doctor Vila-Rovira, de quien hoy es su discípula más aventajada. "Vila-Rovira es un genio. Empezó a trabajar en injertos capilares en la Unidad de Quemados del hospital universitario Vall d'Hebron y desde entonces no ha parado de formarse, de viajar por el mundo buscando aprender cualquier técnica innovadora de la que oyese hablar. Y muy generoso, siempre ha compartido sus conocimientos", dice sobre su mentor.

Hoy, la doctora, que ha conocido todas las técnicas principales de implante capilar como el punch, la tira y ahora el FUE, es incapaz de calcular cuántos millones de pelos lleva reimplantados. "Los primeros trasplantes eran muy limitados, ponías 500 pelos, luego 600, llegar a los 1.000 era un reto", rememora quien estos días llega a poner hasta 10.000 unidades. "La clave es poder multiplicar el pelo. Los seres humanos tenemos una zona donante pero es limitada, la panacea está en reproducir ese pelo, que sea inagotable”.

¿Y no se cansa, doctora? "La motivación es que hago lo que me gusta, son muchas horas pero me divierto. Y me encanta ver a los pacientes con una sonrisa y que te digan, 'doctora, me ha cambiado la vida, soy otro'. Hay quien dice que esto no es medicina y lo es, hay mucha afectación psicológica", concluye.

El trabajo de Linzoain y las dos técnicas capilares son un asunto de precisión y maña, como el de un orfebre o un relojero suizo. ¿Todo el mundo vale para esto? "La mano se tiene o no se tiene, eso se ve enseguida, es un trabajo muy minucioso, de mucha paciencia. Y hay que tener sentido de la estética. Buscamos conseguir naturalidad. Como dice el doctor Vila-Rovira, lo que se nota ya no es estética, es antiestética”, nos dice Lourdes. Sus ayudantes, que empezaron practicando con cabezas de plástico e incluso tiras de tocino, asienten: "Es un trabajo monótono pero muy agradecido", nos cuenta María, 10 años ya de experiencia en este terreno y para quien la parte más difícil es la de la colocación de los microinjertos.

Las vemos extraer y recolocar unidades foliculares, desinfectarlas, separarlas y clasificarlas según el número de pelos, reponer y esterilizar materiales... No paran. El número final de unidades foliculares se apunta en una tabla "para que la doctora sepa de cuánto material dispone". Las chicas trabajan afanosamente y concentradas, lo que no quita que, lógicamente, charlen de sus cosas y disfruten con los hits de la emisora que suena por el hilo musical.

Dada su profesión, todas se han convertido, en mayor o menor medida, en oráculos capilares para su entorno. Las fríen tanto a preguntas relativas al pelo —¿qué tal estoy, crees que necesito una operación, cuánto vale, me harían descuento?— que algunas han optado por disimular. "Vamos por la vida de consultoras capilares y es agotador. Ahora cuando me preguntan digo que trabajo en Estética, sin dar más detalles", nos cuenta Paloma.

Es hora de hacer mutis por el foro. En este quirófano sobramos.

NOTA: La operación del Sujeto 2 transcurre prácticamente igual que la del Sujeto 1, aunque según cuentan las enfermeras entre risas, el Sujeto 2 "es mucho más nervioso, no ha parado de moverse, lo hemos tenido hasta que sujetar". Si el Sujeto 1 era El Gran Roncador el Sujeto 2 es El Tío Meneos. Todo bien.

No se pierdan el próximo y dramático capítulo, El Postoperatorio, cargado de angustias, esperanzas, recogimiento doméstico y costras voladoras.

Canción sugerida

Baby's got a brand new hairdo, de Elvis Costello.

Anexo - Tres historias de distinto pelaje sobre la obsesión por el pelo

EL MALVADO DEL PELO — Lo cuenta el periodista Harry Hurt III en su libro Lost Tycoon: The Many Lives of Donald J. Trump (1993). En 1989, tras someterse a una dolorosa reducción de cuero cabelludo para eliminar una calva, el magnate se encaró con su entonces mujer, cliente del mismo cirujano plástico. "¡Tu puto doctor me ha jodido la vida!". Lo que vino después fue un "violento asalto" en el que Donald inmovilizó a Ivana y comenzó a arrancarle mechones de pelo, en un intento de hacerle sentir el mismo dolor que padecía él. Después le quitó la ropa, se desabrochó los pantalones y la penetró. Ivana huyó aterrorizada de la habitación. Cuando regresó a la mañana siguiente, Trump, aún tendido en la cama llena de pelos, le preguntó desafiante: "¿Duele?".

EL INSENSATO DEL PELO — Es palpable el pacto con el diablo de los Rolling Stones: su inmortalidad queda confirmada por los tipazos y pelazos (salvo Keith Richards, que oculta su frente despejada con una bandana) que gastan. Ron Wood, el benjamín de la banda a sus 71 años, dio muestras de querer seguir bailando sobre su propia tumba una vez más. En 2017 se negó a someterse a quimioterapia para vencer un cáncer de pulmón si aquello implicaba perder su pelo. "No iba a perder mi pelo, mi pelo no se iba a ir a ningún lado", aseguró, mientras se preparaba para dejar este mundo tras una extraordinaria vida, sin remordimientos pero con pelazo. El cáncer sólo afectó al pulmón izquierdo y parece que está ya controlado. Juraríamos que Wood sigue fumando en la actual gira de los Stones.

EL SINCERO DEL PELO — "¿Te quedarías calvo, Antoine, a cambio de marcar un gol en el último minuto que supusiera la victoria para tu equipo en una final de Champions?". Negativo, contestó tajante Griezmann, la estrella francesa del Atlético de Madrid. "No, no. Imposible. Prefiero que no. Me da igual que sea una final de la Champions. Que lo meta otro. Pero calvo, no", confesaba el rubio —que sigue a pies juntillas la tendencia balompédica de cambiar con frecuencia de peinado— a nuestra cabecera hermana ICON. No estás solo, amigo.

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