Y, en efecto, hubo un ministro llamado Màxim Huerta
La vida breve del penúltimo titular de Cultura
Ya se sabe aquello que pasaba con las valoraciones que el legendario Javier Pradera hacía aquí de los primeros ministros de la Transición: “También hay un ministro que se llama Rovira Tarazona”. Como era tan exógeno a la personalidad de los restantes miembros del primer gabinete de Pedro Sánchez, y como además llegó el último a la lista, la presencia de Màxim Huerta, escritor y locuaz tertuliano, desató aquella broma inocente: “Y también hay un ministro que se llama Màxim Huerta”.
Resulta que se sigue llamando Màxim Huerta, pero menos de una semana después de haber sido llamado a reiniciar el Ministerio de Cultura, de haber recogido su cartera, de haber declarado su amor a la Cultura y al Deporte (y se supone, también, que al encargo y al cargo), ya es ex. Exministro de Cultura Màxim Huerta. El más fugaz de nuestra época, récord mundial de velocidad. Pradera no podría haber escrito ni aquella jaculatoria con la que premiaba a Rovira Tarazona. “También hay un ministro…”.
Demasiado pronto para tanta ilusión como tenía, demasiado pronto para Màxim Huerta, con la ilusión que abrigaba, con la actividad que se disponía a desplegar. “Tengo la agenda repleta”, dijo por la mañana, cuando aún no se había duchado del todo con la noticia fría.
Y lo dijo al despedirse, había tanto que hacer, como si le estuviera riñendo al azar y a la historia. Y a la Hacienda de Montoro, claro, que es la que al fin y al cabo le ha clavado el dardo retrospectivo. Él considera que ha sido porque forma parte de la legión de cerebros díscolos sacrificados por la inspección. Y que todo era legal, nada estaba fuera de su sitio. Lo público tiene estas servidumbres: del mismo modo que la ley es igual para todos, lo que uno no tiene seguro debe decirlo cuanto antes para que tu jefe, en este caso el presidente, no tenga sobresaltos mientras afronta problemas realmente más graves que este que le vino a descuadrar el organigrama.
En su pronta carrera, Huerta se ha parecido a aquellos presidentes argentinos de cuando el corralito: entraban y salían con la suavidad de los peces dentro del agua. Ahora Huerta es un pez fuera del agua, volverá donde solía, y para ello tiene la lengua dispuesta, aunque ayer por la tarde la tenía algo trabada. Es normal: la ilusión está también en la lengua, y cuando te cae un chaparrón se resiente primero que nada la sintaxis. Queda inédito, como un libro que no mandas a imprenta. Tendrá más tiempo para escribir más libros, para leer, para hacer deporte, para ir a la zarzuela, para entrar en conciertos, etcétera, pues todo eso dijo que era la cultura. Juan Ramón Jiménez lo dijo más poéticamente: el ministro se va y, como casi siempre, se quedarán los pájaros cantando. Cantando y dándole la bienvenida a José Guirao, el nuevo ministro, que lleva en esa tarea de gestionar la cultura casi tantos años como los que tiene.
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