_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Low cost

La nueva terminal 5 de Heatrow me evoca el mundo abigarrado, ultracomercial y vigilado de 'Blade Runner'

Fernando Savater
Tras una larga peregrinación hasta la puerta de embarque, se nos informó que debíamos renunciar a llevar a bordo el equipaje de mano.
Tras una larga peregrinación hasta la puerta de embarque, se nos informó que debíamos renunciar a llevar a bordo el equipaje de mano.Getty Images

El otro día, al ir a tomar un avión, le comenté a un chaval quinceañero mi nostalgia de cuando los aeropuertos aún no eran supermercados. No me entendía, le expliqué lo que recordaba. Me miró asombrado y escéptico: ¿que en los aeropuertos no había tiendas? No, ni tampoco controles de seguridad propios de Fort Knox (según contaban en Goldfinger, yo no he estado): seguro que no me creyó. La nueva terminal 5 de Heathrow es el parangón del futuro que ya está aquí. Me evoca el mundo abigarrado, ultracomercial y vigilado de Blade Runner, sin que falte el holograma de una amable joven que habla desde ninguna parte para nadie… Pero no es un espacio tan seguro y friendlycomo se nos quiere hacer creer.

El pasado domingo tuve que tomar allí a las 18.40 el vuelo de Iberia 3179 con destino Madrid. Tras una larga peregrinación hasta la puerta de embarque, se nos informó (en inglés, claro, que el vuelo fuese de una compañía española no contaba) que debíamos renunciar a llevar a bordo el equipaje de mano al que por ser un vuelo regular estábamos autorizados. Había que facturarlo sí o sí, improvisadamente, aunque se tratase de maletas de mano sin candados ni protección alguna porque creíamos que viajarían con nosotros. Yo sólo tuve el reflejo de sacar mi iPad, por aquello de proteger el instrumento de trabajo. Una vez en el minúsculo avión, ya con tripulación compatriota, comprobamos que los maleteros superiores iban semivacíos. Al llegar a Barajas, nuestros pequeños bultos desvalidos giraban en la cinta de equipajes. Una mano nada virtual había abierto el bolsillo anterior del mío y había vaciado la cartera donde llevaba los euros. En fin, la vida moderna. A los viejos a veces nos da rabia.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_