Un nuevo PP
La salida de Rajoy facilita la regeneración de la derecha española
Con la retirada de Mariano Rajoy de la primera línea desaparece un importantísimo exponente de la derecha española. Sus 37 años en política cubren casi en su totalidad el devenir de la democracia reinstaurada en 1978. En ella, el PP ha desempeñado un papel esencial desde la oposición y desde el Gobierno, que ha dirigido durante quince años. No han faltado líderes que han intentado insuflarle un aire nuevo, pero hoy, después de tantos años, sigue siendo un partido demasiado rígido, de estilo caudillista y anclado en el pasado. La estrambótica afición de un ministro del Interior de condecorar a vírgenes y santos y la reciente medalla de la Fundación Francisco Franco a uno de sus diputados son detalles inconcebibles en países de nuestro entorno que han sufrido similares vicisitudes históricas. Alinearse con otras formaciones conservadoras de Europa es una tarea ya emprendida que, sin embargo, aún no se ha culminado.
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Tras los vertiginosos acontecimientos de los últimos días, que se han saldado con el nombramiento de un nuevo presidente del Gobierno, la única salida airosa de Mariano Rajoy era la de marcharse y facilitar el relevo. Zanja así, al menos en parte, la indignidad que habría supuesto mantenerse al frente de un partido embarrado por la corrupción y presidido por un líder cuya palabra ha cuestionado un tribunal de justicia. Su inveterado tancredismo le ofreció importantes e inesperados réditos: desde mantener el liderazgo y ganar dos veces las elecciones hasta aplazar las responsabilidades políticas de la corrupción. También ha supuesto una importante rémora para este país reaccionando tarde al desafío independentista catalán o absteniéndose de hacer política a escala europea.
Paradójicamente, es un líder político tan inmovilista el que abandona abriendo la puerta a la renovación de su partido, al que los sondeos auguran un futuro tan incierto. Marcharse sin dejar atada su sucesión y prometiendo neutralidad en el proceso es un tributo importante al Partido Popular por parte de quien, personal y humanamente, merece reconocimiento.
La decisión de Rajoy facilitará esa regeneración tan necesaria frente a una nueva formación de corte centrista y conservador —Ciudadanos— que le viene comiendo el terreno. Este país se verá beneficiado por esos modos democráticos que sanean la vida pública. Recuérdese que el propio Rajoy fue elegido a dedo por José María Aznar; un sistema que sigue siendo moneda corriente en el partido. La lealtad prometida por Rajoy al nuevo líder de la derecha es otro gesto que le distancia felizmente del pasado aznarista.
Rajoy ha gobernado durante tiempos muy difíciles. Hay que concederle que lo ha intentado con más honestidad que acierto. Pero su peor gestión la ha desarrollado desde la oposición, elevando la crispación contra el Gobierno de turno hasta límites que rayaban la indecencia —recuérdese el eslogan de que el PSOE traicionaba a los muertos—. Las primeras señales indican que el PP podría seguir apegado a tal estrategia, como si perder el poder fuera siempre resultado de una maniobra ilegítima. En las últimas horas, sin embargo, Rajoy se ha comportado con la dignidad que se espera de un líder político respetuoso con la ley, la democracia y sus usos.
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