Modos de decir hola y adiós
Rajoy rebajó la sangre que exhibió su portavoz, Rafael Hernando
Mariano Rajoy se despidió la noche anterior, ocho horas de asueto en un restaurante. Mientras dilucidaban su futuro en la Cámara él escribía su despedida sobre servilletas de tela, ante el whisky cantado por el ministro de Cultura, ahora en trance de ser despedido también. Pedro Sánchez le dijo hola a la presidencia con el ritmo del pacharán, un licor de resonancia más cercana. La mesa es el espejo del alma, a ella se recurre para enamorar o despedirse, decía Neruda. El whisky es más de despedida, conviene olvidar. El pacharán es para seguir de parranda, licor de mediodía.
Rajoy fue al hemiciclo a decir adiós. Fue elegante y sobrio, como un registrador de sentimientos. Le rebajó la sangre que exhibió su portavoz Rafael Hernando. Hernando presumió que le estaba escuchando su jefe, pero éste debió espantarse del tono, pues cuando llegó al atril le deseó suerte a Sánchez. Hernando le había puesto en bandeja el infierno al candidato, maldito seas. Onetti tiene un cuento, El infierno tan temido, en el que una dama despechada envía trilita a su amor perdido. Su tono estaba en su nariz, en su ceño, en sus dientes. Mucho tiempo sin ver a alguien hablar con los dientes en el hemiciclo.
Hubo gente que contó los segundos (y la intensidad de esos segundos) que duró el saludo manual de Sánchez y Rajoy. Modo de decir hola y adiós al escenario de sus diatribas. Duró lo que suelen durar estos apretones: cinco segundos, más o menos. ¿Intensidad? La habitual entre adversarios: media. Se les vio sonreír. Antes se dijeron de todo, y al final se desearon suerte, uno por España (Rajoy a Sánchez), y Sánchez le deseó a Rajoy felicidad particular. Eso pasó en el lado de los abrazos rotos, que diría Pedro Almodóvar. Y en el lado de los abrazos que en este instante parecen para siempre, los de Pedro y Pablo. Iglesias conminó al candidato a portarse bien. Como Pedro no le respondió en ese tono, el líder de Podemos se apeó en marcha de su diatriba e incluso le pidió perdón a Pedro Sánchez por habladurías pasadas. Uf, cuánto libera un abrazo.
Podemos tiene su emblema poco engrasado pero lo puso en el púlpito parlamentario en cuanto acabó la votación. "Sí, se puede" gritaron sus diputados, novios y padrinos en la boda. O fue exceso de celo o bien fue apropiación indebida, pues en sentido estricto no fueron los únicos que pudieron aupar a Pedro al estrellato.
Los nombres propios empiezan a barajarse. Le pregunté a un diputado si se ve de ministro. Fernando Morán le preguntó a un periodista de EL PAÍS si en este periódico se sabía si él iba a ser ministro de González, fue en el otoño de 1982. No, no lo sabíamos. En este caso, el posible ministrable dijo a este requerimiento: “Más bien sueno como ujier”.
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