Día mundial sin tabaco: Así afecta el humo del cigarrillo a tus hijos
Convertir a los niños en fumadores secundarios puede provocarles infecciones respiratorias, asma e incluso problemas cardiovasculares
Que el tabaco provoca millones de muertes al año no es ninguna novedad. Son casi siete millones las víctimas que se cobra, de las que 900.000 son fumadoras pasivas, es decir, aquellas expuestas al humo producido por otras personas. Casi la mitad de los niños respiran normalmente aire contaminado por el humo del tabaco en lugares públicos, y en el año 2004 representaron el 28% de las muertes atribuidas al humo de tabaco ajeno, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los niños son especialmente vulnerables “porque sus organismos están en crecimiento, sus vías respiratorias están en desarrollo y son más sensibles a los agentes patógenos como el tabaco”, sostiene Fernando Uribarri, pediatra del hospital San Rafael en Madrid. Una susceptibilidad que, añade, es aún mayor en el caso de colectivos de riesgo como los menores con asma o cardiopatías congénitas: “Si ya tienen tocada esa parte y además les estás exponiendo a un agente que a la larga hace daño al corazón y a los grandes vasos, les estás haciendo un flaco favor”. Hoy, 31 de mayo, la OMS celebra el Día Mundial Sin Tabaco, este año bajo el eslogan “Tabaco y cardiopatías”.
“El niño respira más deprisa que el adulto y, proporcionalmente a su peso, mueve hasta el doble de aire, por lo que la dosis que recibe del tabaco cada minuto es superior”, dice Manuel Sánchez-Solís, jefe del servicio de pediatría del hospital Virgen de la Arrixaca (Murcia). Y ello “puede provocar una mayor frecuencia de infecciones respiratorias de vías altas (faringitis, otitis, sinusitis) pero también bronquitis y neumonías, y de mayor gravedad”, además de irritación en los ojos, tos, mucosidad crónica... Javier Blumenfeld, pediatra del hospital El Escorial, señala que “el tabaco durante la infancia afecta sobre todo al sistema pulmonar, y los daños producidos pueden durar el resto de la vida. El porcentaje de asmáticos es mucho mayor entre hijos de fumadores. Y existe un aumento de riesgo de enfermedades cardiovasculares en la edad adulta, además de tumores y de trastorno por déficit de atención”. Finalmente, los hijos de fumadores estornudan y tosen con mayor frecuencia, y pueden tener más problemas a la hora de superar un resfriado, de acuerdo con la Academia Americana de Pediatría. Y entre los efectos a largo plazo, además de los ya señalados, un menor crecimiento pulmonar e incluso la aparición de cataratas.
La exposición de los niños al humo del tabaco no ocurre solo en los espacios públicos: según el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades estadounidense, el hogar es el principal lugar en el que esto sucede, y el porcentaje de niños conviviendo con al menos un fumador es hasta tres veces mayor que el de un adulto. Justo en el lugar donde los pequeños deberían de estar más protegidos. La gravedad varía dependiendo de si los adultos fuman enfrente de los menores o de si, por el contrario, salen al balcón, a la terraza o abren una ventana; pero ninguna opción es inocua para los más pequeños. “Es obvio que fumar dentro de casa aumenta la presencia de humo del tabaco. Pero hacerlo afuera no elimina el riesgo. El humo se queda adherido a las paredes, a la ropa, al tejido de los asientos del coche, etc. Sigue teniendo efectos nocivos y no se elimina tan fácilmente al ventilar”, sostiene Sánchez-Solís. El tabaco contiene más de 4.000 productos químicos, de los que al menos 250 son nocivos y 50 producen cáncer.
Lo ideal, desde luego, es dejar de fumar, pero si no se puede, “lo mejor sería hacerlo fuera de casa, cambiarse al llegar y lavarse los dientes, porque también quedan partículas en el aliento del fumador. Con esto disminuyes mucho la exposición de los niños”, dice el doctor Uribarri. “El problema también radica en el ejemplo que das a tus hijos. Se ha visto una relación muy clara entre hijos fumadores y padres fumadores; los hijos de padres fumadores tienen muchas más probabilidades de fumar que aquellos cuyos progenitores no fuman”. La Asociación Española de Pediatría recuerda que los niños no pueden evitar, de forma voluntaria, la exposición al humo del tabaco, y hace varias recomendaciones para evitar que estos se conviertan en fumadores pasivos: “Evitar siempre, y en cualquier circunstancia, estar expuesto al humo del tabaco en el hogar, en el coche, en casas de familiares y amigos y en cualquier lugar público. Siempre que se pueda, escoger ambientes libres de humo, y si el adulto fuma que lo haga fuera de casa o de cualquier lugar cerrado”. Si se fuma en un balcón, “se debe cerrar completamente la puerta de acceso a la vivienda”.
Otro de los colectivos de mayor riesgo frente al tabaco es el de los niños con cardiopatías congénitas, lo que cobra mayor relevancia en 2018, cuando la campaña de la OMS pone el foco en la relación entre el tabaco y las cardiopatías. Para Amaya Sáez, directora de la Fundación Menudos Corazones, “los especialistas señalan que el humo del tabaco dificulta la entrada de oxígeno y facilita las infecciones del tracto respiratorio. En los niños con problemas de corazón, por su condición especialmente vulnerables, estas infecciones pueden descompensar su cardiopatía, generando cuadros de un mayor número de ingresos y una mayor necesidad de oxigenoterapia o de ventilación mecánica que la población infantil en general”. Y un pensamiento, no por obvio menos importante, destaca en medio de sus palabras: “Los bebés no fuman. Los niños no fuman. Por tanto, no podemos permitir que sean fumadores secundarios”.
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