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Columna
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El bluf de Trump redobla la crisis nuclear

Regresa el Trump arrasador del fuego y la furia destructoras

Francisco G. Basterra
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en Annapolis (EE UU), el pasado 25 de mayo.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en Annapolis (EE UU), el pasado 25 de mayo. KEVIN LAMARQUE (REUTERS)

El mundo es hoy un lugar mucho más peligroso que hace 48 horas. Afronta una doble crisis nuclear, tras estallar el bluf de Trump para lograr la rendición incondicional de Corea del Norte, y sin cobertura hacia Irán tras la retirada unilateral de EE UU del acuerdo con Teherán. La caótica presidencia de Trump se ha disparado en la rodilla con la inepcia demostrada en la preparación de la abortada cumbre de Singapur con Corea del Norte, tras la cual Trump creía rozar el Nobel de la Paz —“que todo el mundo cree que merezco”—. El fiasco es histórico. El “pequeño hombre cohete” no quiere acabar como Gadafi, asesinado en una alcantarilla, tras entregar todo su arsenal nuclear sin un simultáneo levantamiento del cerco de EE UU. Volvemos a la caverna de las amenazas y los epítetos.

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En la insólita carta que Trump envió el jueves a Kim anunciándole la suspensión de la cumbre, el presidente considera que es un tremendo golpe para el mundo. Golpe que él ha guisado pero nos comemos todos. Y vuelta a ver quién tiene el botón rojo más grande: “Usted [Kim] habla de sus capacidades nucleares, las nuestras son tan masivas y poderosas que rezo a Dios para que no tengan que ser utilizadas”, podemos leer en la insólita carta. Regresa el Trump arrasador del fuego y la furia destructoras. ¿Es esta la conducta de un adulto?

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La combinación explosiva de amateurs y halcones en la Administración de Trump —el consejero de Seguridad, John Bolton, es quien sugirió aplicar a Kim el modelo Gadafi y es partidario de convertir en cenizas a Corea del Norte— supera los peores temores. Cabe pensar, sin embargo, que tanto EE UU como Corea del Norte querían que la cumbre fracasara. Al tiempo, Trump aprieta a Europa, con la que se atreve, en la creencia de que su unidad está agrietada y de que su voluntad política de resistir al Americano Feo, es inexistente. A los europeos, nos chantajea: si no me apoyáis en Irán encareceré vuestras exportaciones de acero y aluminio.

Un contradiós, un presidente de EE UU que consigue que salte por los aires la relación transatlántica, y que Europa considere que “con amigos como Estados Unidos no hace falta tener enemigos”. Europa, enferma de beriberi, ante la difícil opción del apaciguamiento o la resistencia. Lo que está en juego es el papel de Europa en el mundo. El presidente desprecia a los débiles, o a los que cree que lo son, Irán y la Unión Europea, pero saca bandera blanca ante China, demasiado grande para doblegarla. Otro bluf pinchado. Washington suspende la guerra comercial con Pekín, lo que es una buena noticia, pero ¿la reabrirá de nuevo porque cree que Xi Jinping ha alentado a Kim a no bajar la guardia haciendo imposible la cumbre?

Tiene razón el presidente iraní, Hasan Rohani, cuando pregunta: ¿Quién eres tú, EE UU, para decidir por Irán y el mundo?

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