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MIRADOR
Columna
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Mimbre

Hay que volver a usar objetos dignos y naturales que no sean la basura del futuro de nuestros nietos

Dicen que el arte de la cestería es tan viejo como el mundo.
Dicen que el arte de la cestería es tan viejo como el mundo.Joan Sánchez

Llega la primavera española y las terrazas de los bares y los restaurantes sacan a la calle su horroroso mobiliario de sillas y mesas de plástico blanquecino o rojizo. Y España no es el único país que frecuenta ese tipo de abominables enseres plásticos de exteriores. Pareciera como si se hubieran olvidado del encanto natural de los ligeros muebles de mimbre, que resisten con mucha dignidad y no terminan convertidos en la basura plástica indestructible de los vertederos.

Una de las sensaciones más relajantes que conozco es la de doblar el mimbre húmedo cuando vas tejiendo el marco que da forma a una cesta. Por aquel entonces vivía en un pueblo de los montes Apalaches de Carolina del Norte, y no tuve mejor idea que apuntarme a los cursos de cestería que se impartían por las tardes. Aprendí a elaborar las famosas cestas de huevos de los Apalaches. Hice cestas de todos los tamaños que todavía conservo. Para las patatas y las cebollas, para la ropa sucia, para la fruta o los ajos. Nos reuníamos, sobre todo con las señoras de más edad, a conversar mientras confeccionábamos las cestas. Los ratos de cestería colectiva estaban llenos de anécdotas y risas. Unos muchachos jóvenes también frecuentaban las clases para hacer mochilas y pequeños muebles. Hicieron cunas, sillas y ligeros arcones.

Dicen que el arte de la cestería es tan viejo como el mundo. Que en todas las civilizaciones donde ha brotado el mimbre han existido artesanos capaces de convertir el tallo y las ramas de ese arbusto, primo del sauce, en muebles, cestos y otros objetos cotidianos.

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¿Por qué tenemos los patios llenos de plástico cutre que envejece tan mal y es tan indigesto para el planeta? Somos una gran cultura del mimbre y del esparto, de artesanos que han sabido dar forma a las fibras naturales y convertirlas en cosas sencillas, hermosas y prácticas que nos facilitan la vida. El bambú, en otras culturas, también es sustituido por los muebles de plástico.

¿Por qué nos abandonamos al mal gusto de los plásticos cuando teníamos el mimbre?

Nunca lo pensamos, simplemente nos encanta el sol, buscamos la calle y el aire, la sonrisa de nuestros amigos, el rostro amable de la gente querida frente a una bebida o un platillo delicioso. No nos damos cuenta, pero pasamos cientos de horas sentados en esos muebles de plástico insanos, sudando nuestro descanso, rodeados de una escenografía de objetos que no toleraríamos si lo pensáramos fríamente. Hay que volver al mimbre, volver a usar objetos dignos y naturales que no sean la basura del futuro de nuestros nietos.

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