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“Él tenía 28 años y yo, 18. Michael Stipe me ayudó a descubrir mi sexualidad y a asumirme como artista”

El neoyorquino Casey Spooner, mitad de Fischerspooner, tiene nuevo disco y muchas ganas de hablar sobre sexo como nunca antes oíste a un músico

Creemos que el extremo parecido de Casey Spooner con Sean Connery en ‘Zardoz’ (1974) es casual, pero no podríamos asegurarlo del todo.
Creemos que el extremo parecido de Casey Spooner con Sean Connery en ‘Zardoz’ (1974) es casual, pero no podríamos asegurarlo del todo.Audoin Desforges

Casey Spooner acaba de mudarse a París. Allí pasa los días y las noches en las terrazas de los cafés del alto Marais. Fumando y bebiendo en la vía pública, algo parecido a un acto radical de subversión para un estadounidense como él. ¿Qué llevó a este neoyorquino acérrimo a instalarse en la capital francesa? “Acudí al estreno de la obra de un amigo y bebí demasiado en la fiesta posterior. Me desperté con demasiada resaca para ir al aeropuerto”, relata. Una razón de peso para quedarse. Mantenerse a una distancia prudencial de su presidente tampoco fue ajeno a la decisión. “Es agradable poder alejarse de la política estadounidense durante cinco minutos”, confirma.

Según reza la leyenda, Fischerspooner debutaron a finales de los noventa con una actuación improvisada en un Starbucks de Manhattan. No tardaron en rozar la gloria gracias a canciones como Emerge, pequeños himnos de aquella breve década encajada entre el 11-S y el derrumbe de la economía mundial. Tras ocho años de silencio, han regresado con un álbum distinto, Sir, más centrado en la escritura confesional de Spooner que en la electrónica agresiva de su compañero de fatigas, Warren Fischer.

"Conocí a un hombre que me dio latigazos. Fue mi primera experiencia con el sadomasoquismo. Terminó despertando el recuerdo de mi padre, que me pegaba con un cinturón"

El vocalista admite que las relaciones bilaterales no siempre han ido como una seda. “A veces sentía que no se respetaba mi trabajo como letrista. De hecho, durante este lapso quise dejar la música, porque no me satisfacía ni en lo creativo ni en lo financiero. En general, prefiero trabajar en el arte, donde hay más libertad y ambición intelectual”, sostiene. ¿Por qué cambió de opinión? “Aunque este negocio sea un asco, somos buenos. Y aunque Warren me vuelva loco, somos buenos. Por eso volví”.

En esta ocasión contó con otro aliado de peso: Michael Stipe, que aceptó producir y coescribir el disco. El exlíder de R.E.M. era un viejo conocido. En los últimos ochenta coincidieron en una pista de baile en la ciudad natal de ambos, Athens (Georgia). Terminaron en la cama. “Fue el primer sexo gay que tuve. Un sexo alucinante”, rememora. “Él tenía 28 años y yo, 18. Michael me ayudó a descubrir mi sexualidad y a asumirme como artista”.

Todo en París parece un trono, pero no todos tienen un aura tan mayestática como Casey Spooner (fotografiado aquí en exclusiva para ICON). Al fin y al cabo, él vive una vida disipada y nadie sabe más de eso que un rey.
Todo en París parece un trono, pero no todos tienen un aura tan mayestática como Casey Spooner (fotografiado aquí en exclusiva para ICON). Al fin y al cabo, él vive una vida disipada y nadie sabe más de eso que un rey.Audoin Desforges

Las letras de Spooner se han vuelto tan explícitas como su conversación. Hablan de su regreso al mercado sentimental tras el final de una larga relación. “El amor está siendo redefinido. La tecnología ha tenido un efecto enorme en nuestra psicología y nuestras emociones”, dice sobre el auge de aplicaciones como Grindr. “Ahora todo el mundo posa desnudo ante la cámara. Ha habido un boom de la pornografía y nuestra moral ha cambiado. Me parece fantástico vivir en una época en la que puedes conectar tan fácilmente con gente que es como tú. La parte mala es la compulsión, la soledad y las falsas ilusiones que todo esto comporta”, reflexiona.

Spooner, que roza los 50, dice vivir “su periodo más sexual”. Su juventud fue lo opuesto a eso, por el temor que sentía a la epidemia del sida. “Crecí en el sur de Estados Unidos en los ochenta, con miedo y vergüenza respecto a mi sexualidad. Mi única guía fueron los medios mainstream, que te decían que si eras gay ibas a morirte”, recuerda.

“Ahora tener sexo es más fácil que entonces. Además, tomo PrEP, esa droga que evita la transmisión del VIH, lo que ha disipado mi miedo al sexo”. Dice estar rodeado de decenas de jóvenes adictos al sexo rápido mediante geolocalización. “Pero todos se sienten terriblemente solos. Hace unos años se hubieran metido en relaciones estables. Ahora eso se complica, porque tienen ante sí opciones sexuales infinitas. Siempre hay otro tío, uno nuevo, uno mejor…”.

“Ahora tener sexo es más fácil que entonces. Además, tomo PrEP, esa droga que evita la transmisión del VIH, lo que ha disipado mi miedo al sexo”

Sus canciones describen un nuevo orden sentimental, un neoliberalismo de los afectos donde nadie es irremplazable y la intimidad se ha convertido en un bien que escasea. “No es solo por la tecnología, sino también por los aspectos más oscuros de la masculinidad, como una competitividad y una agresividad propias del deporte”, diagnostica. “Ahí está el éxito de las franquicias de gimnasios caros, que son como clubes sociales a los que te unes para encontrar cinco novios, un trabajo mejor y un aumento, gracias al que conseguirás un apartamento más bonito y podrás salir con un tío con la polla más grande”.

¿Su estado civil? “Muy soltero”. Su último amor se llama Madrid. Allí acaba de rodar el vídeo de Stranger strange, en el que aparece Paco León, a quien conoció tras seguirse mutuamente en Instagram. El vídeo se inspira en una de las experiencias sexuales que vivió en la capital. “Conocí a un hombre que me dio latigazos. Fue mi primera experiencia con el sadomasoquismo. Terminó despertando el recuerdo de mi padre, que me pegaba con un cinturón cuando era pequeño, así que terminé enamorándome de él”, dice Spooner como si leyera la guía telefónica. No cabe duda de que Freud se habría puesto las botas.

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