El misterioso pujador 158 arrasa en la subasta del Ritz de Madrid
Lleno a rebosar en la venta de objetos del lujoso hotel. Un enigmático coleccionista se llevó las piezas más relevantes, incluido un juego de platos de Imelda Marcos por 17.000 euros
En una esquina de la sala subterránea de la Fundación Carlos de Amberes, abarrotada con más de 200 personas, permanece tranquilo Eduardo Solís (Valencia, 1962). Este maestro de danza y coreógrafo ha venido a la subasta de cientos de objetos del, ahora cerrado, hotel Ritz de Madrid. Tiene una idea clara: conseguir el farol de entrada que ha dado la bienvenida a los huéspedes de este establecimiento desde su apertura en 1910.
Con el cierre y remodelación del mítico hotel, propiedad de Mandarin Oriental Hotel Group, el pasado 28 de febrero (se abrirá en 2019), Ansorena y Piasa ha organizado esta subasta abierta al público durante tres días –7, 8 y 9 de mayo– con más de 1.500 lotes de piezas que formaban parte del mobiliario. Eduardo escucha atento la apertura del acto que arranca, precisamente, con esta luminaria.
En apenas tres minutos, el farol de techo con estructura metálica y cuerpo de cristal sube desde los 900 hasta los 5.000 euros. Él, con el número 151, y tras un animado pulso con otro pujador escondido bajo el número 158, ha lanzado la última puja –aún desconoce que este otro coleccionista será su adversario durante toda la tarde–. El moderador golpea el martillo y, por fin, la pieza es suya.
“He trabajado y he sido huésped en este hotel. Hay mucho de simbólico en adquirir esta pieza; también es una pena que lo vayan a remodelar, yo lo dejaría como estaba, es como si borraras una película de Visconti”, cuenta nada más confirmar que el farol ya es suyo.
Continúa la subasta mostrando en una pantalla las piezas que han estado expuestas días antes para supervisión de los futuros coleccionistas y emoción de muchos ciudadanos vinculados a este hotel que fue inaugurado por el Rey Alfonso XIII y la Reina Victoria Eugenia. “Aquí ha venido mucha gente por cuestiones sentimentales. No tanto por el valor de los muebles que, aunque bien conservados, no dejan de ser del siglo XX producidos al estilo del XVIII o XIX”, cuenta Raquel –nombre ficticio–, de 40 años, que prefiere no facilitar sus datos. Ha venido hasta aquí para intentar llevarse algunas piezas. “Mi familia y yo misma hemos celebrado tantas cosas en el Ritz…”, añade.
Una antigua consola en madera tallada y sobredorada con tapa de mármol que sale por 1.500 euros termina en 2.600, una pareja de lámparas de sobremesa en bronce dorado que arranca en 300 euros termina en 2.800 y unas vitrinas de metal que estaban en el vestíbulo del hotel terminan en unos 1.000 euros cada una, desde los 300 que partieron. El ambiente empieza a caldearse y los coleccionistas están a pecho y bolsillo descubierto. “Está todo muy animado. Siempre al principio es así”, explica Eduardo ante el constante murmullo y las peticiones de silencio por parte del moderador de la sala.
Pero la locura llega a los 25 minutos de empezar la subasta. Por un precio inicial de 500 euros arranca un set para caviar de plata y madreperla, regalado al hotel Ritz por Imelda Marcos, la viuda del dictador de Filipinas en los años setenta. Comienzan las pujas y, de nuevo, el misterioso pujador con el número 158 sube y sube su apuesta. Los murmullos explosionan cuando la cifra se incrementa de mil en mil euros. Finalmente, el moderador golpea el martillo. Este juego de cuencos y cubiertos diminutos ha terminado en los 17.000 euros, ha multiplicado su valor inicial por 34. “Ha sido muy loco, no lo vale, pero tiene que haber algo emocional detrás de esta puja, si no, no se entiende”, comenta Raquel. Se lo ha llevado el 158.
La gente en la abarrotada sala empieza a preguntarse: ¿quién es el número 158 que está ganando la mayoría de las pujas, algunas de ellas pagando un precio mucho más elevado de lo que cuesta el objeto? Este periodista intenta contactar con él, pero es imposible acercarse. El anonimato en las subastas es algo intrínseco. El 158 está situado en una sala superior, habilitada por los organizadores para dar cabida a todo el mundo. Traje oscuro, piel cetrina. Así es el 158. "Se rumorea que es un árabe", me dice Raquel. Media hora más tarde el hombre del traje ha desaparecido y ahora es una bella mujer rubia y con coleta la que está pujando bajo el número 158. El misterio aumenta...
Con un aforo completo, eminentemente femenino, y una larga fila en el exterior esperando para entrar, los coleccionistas –algún caballero con sombrero y perilla blanca y mucho anticuario del barrio madrileño de Salamanca– entran y salen de la fundación. Eduardo ya tiene también en su poder unas mesitas y una lámpara, y el pujador con el número 158 sigue adquiriendo piezas todo tipo: una pareja de apliques dorados por 1.200 euros que habían salido a la mitad o un par de jarrones de porcelana de cantón por 4.400 euros desde los 800 que arrancaron, entre otros.
Llega el momento de la subasta de los objetos de la cocina del hotel. Son siete lotes con diferentes piezas en cobre, todas ellas con un precio de salida de 100 euros. Con estos utensilios de cocina llega otra de las sorpresas de la tarde. Un pujador al teléfono se hace con una lubinera por 1.800 euros, tres paellas terminan subastadas por 2.000 euros, un juego de ensaladeras y sartenes alcanzan los 4.800 euros, y un lote de 10 piezas de cobre con sartenes y cacerolas sube hasta los 10.000 euros. El público asistente quiere aplaudir, pero la corrección y rapidez del acto no es propicio a estas expresiones tan públicas.
La parte emotiva llega con los muebles del bar Velázquez donde Ava Gardner, Zsa Zsa Gabor o Frank Sinatra tomaron sus cócteles en los años cincuenta. Aquí, cuatro taburetes suben de los 400 a los 2.600 euros y el famoso sofá rojo en piel que presidía este espacio, de nuevo por culpa del coleccionista con el número 158, alcanza los 3.000 euros. “Esto tiene que ser por amor, porque este sofá fuera de contexto es horroroso”, añade Raquel.
Pero como dijo el fundador del Ritz, César Ritz (Suiza, 1850-1918): “El cliente nunca está equivocado”.
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