El enlace del joven rey con la princesa conversa
El 31 de mayo de 1906 Alfonso XIII se casó con Victoria Eugenia de Battenberg, a cuyo paso un anarquista arrojó una bomba
Hace 98 años, en 1906, se celebraba la que fue la última boda real en Madrid, al casarse el rey Alfonso XIII con la princesa británica Victoria Eugenia de Battenberg, sobrina del rey Eduardo VII.
Por entonces se iniciaba en España la segunda fase de la Restauración. El rey Alfonso XIII había jurado en 1902 la Constitución de 1876, alcanzando así la mayoría de edad a los 16 años.
España era un país agrario en el que la nobleza conservaba un inmenso poder político. Cundía el pesimismo porque la catástrofe del 98 estaba reciente. A los dos partidos dinásticos, conservadores y liberales, que se turnaban en el poder y en cuyo seno se registraban profundas diferencias entre las facciones, se habían sumado otros que representaban a las nuevas clases sociales que se iban organizando: republicanos, socialistas y regionalistas. Los sindicatos iban creciendo y planteando conflictos para defender sus reivindicaciones sociales. Comenzaba un cierto desarrollo económico, se dieron pasos en materia educativa y se aprobaron las primeras leyes de carácter social. Sin embargo, en otros aspectos, como en el de la influencia de la Iglesia y el Ejército, no se había avanzado lo suficiente. Dos meses antes de la boda, se aprobó la Ley de Jurisdicciones, que consagraba a los militares un fuero especial, no sometido a los tribunales ordinarios.
Se aplazó una crisis porque las mujeres de los ministros ya habían comprado sus vestidos
La ceremonia de la abjuración de Victoria se celebró en el palacio donostiarra de Miramar
Gobernaba el liberal Segismundo Moret cuando el Monarca comunicó oficialmente al Consejo de Ministros el 8 de febrero de 1906 su pretensión de contraer matrimonio con la princesa británica Victoria Eugenia de Battenberg, a la que había conocido en Londres y con la que había acordado el enlace en la villa Mouriscot de Biarritz (Francia). Desde entonces, en la sala del palacio donde se celebraban los consejos, se pudo ver una foto de Victoria Eugenia. La novia había accedido a convertirse a la religión católica, para lo que el obispo de Nottingham, monseñor Brindle, se aprestó a impartir la correspondiente catequesis. La ceremonia de abjuración y bautismo de la neófita se llevó a cabo en el palacio donostiarra de Miramar el 7 de marzo, entonces festividad de Santo Tomás de Aquino. A San Sebastián llegó el rey Eduardo VII para ultimar los detalles de la boda y las capitulaciones. A la futura reina se le asignó la cantidad de 450.000 pesetas anuales.
En vísperas de la boda se constituyó la Sociedad Editorial de España, grupo periodístico que incluía a El Imparcial, El Liberal y Heraldo, maniobra del periodista Miguel Moya que habría de dar gran impulso a las izquierdas moderadas. El 1 de mayo se registró una numerosísima manifestación socialista; Solidaridad Catalana protagonizó diversos actos de afirmación y en Bilbao hubo unos incidentes de "matiz bizcaitarra", como entonces se decía. La situación política era delicada; Moret estuvo a punto de presentar la dimisión, pero no lo hizo, entre otras cosas, porque las señoras de los ministros ya habían encargado y pagado sus trajes para la inminente ceremonia nupcial.
La novia entró oficialmente en el país por Irún el 25 de mayo y, acompañada por su prometido, llegó a Madrid para instalarse en el palacio de El Pardo. El domingo, la familia real española y la princesa británica oyeron misa en la capilla del palacio, en tanto que la partida británica de familiares, políticos, diplomáticos y servicio asistieron al servicio en la capilla evangélica de la calle de Leganitos. Este detalle llenó de esperanza a los diarios antes citados y a la opinión de izquierda porque esta alianza matrimonial con el Reino Unido parecía presagiar nuevos modos constitucionales.
La ceremonia nupcial se llevó a cabo el día 31 en la iglesia de los Jerónimos. Alfonso XIII, de uniforme militar, fue hasta El Pardo a buscar a su prometida y luego la acompañó a que se vistiera el traje de novia en las dependencias del Ministerio de Marina, que entonces se encontraba en las cercanías del Palacio Real. Era de raso blanco con encajes y bordados en plata, más la cola de cuatro metros de longitud por dos de anchura. Luego, cada uno por separado, se dirigieron a la iglesia. Ambas comitivas se unieron en las proximidades del Congreso de los Diputados para enfilar hacia los Jerónimos formando una parada con decenas de carrozas.
El vehículo de la Reina se retrasó, mientras que el Rey aguardaba impaciente a la puerta del templo. En los últimos días habían circulado rumores sobre unos anónimos que anunciaban un atentado contra las reales personas, pero el ministro de la Gobernación, que era el conde de Romanones, se encontraba vigilante con las fuerzas de orden público. Habían llegado policías con información de Gran Bretaña, Francia, Italia y Alemania. Finalmente, Victoria llegó bajo palio portado por seis sacerdotes. Los padrinos eran la reina María Cristina, madre de Alfonso XIII, que fue regente durante la minoría de edad de éste, y el infante don Carlos, que había estado casado con la hermana del Rey, la princesa de Asturias, y había enviudado dos años atrás. Bendijo la unión el cardenal Sancha, arzobispo de Toledo, y se encontraba presente el obispo de Nottingham. Era un día de mucho calor, que se dejaba sentir en el interior de los Jerónimos. Firmaron el acta en el exterior y tras cantarse un Tedéum y recibir el tributo de las demás casas reinantes europeas y de gobiernos de otros países, se inició el regreso a palacio. Bajaron las escalinatas de la iglesia, cubierta por un inmenso dosel. Efectuaron el recorrido de vuelta entre las aclamaciones populares de las personas que llenaban las calles, adornadas con guirnaldas y banderas españolas y británicas.
Al llegar al número 88 de la calle Mayor, en las inmediaciones de palacio, alguien arrojó una bomba envuelta en un ramo de flores desde el cuarto piso del edificio. Al explotar se produjo la matanza que acabó con la vida de 23 personas y un centenar de heridos graves, entre soldados que cubrían la carrera y gente del pueblo que presenciaba la comitiva. Los recién casados salieran ilesos, lo que después se explicó porque la carroza había hecho una breve parada en Capitanía General, situada enfrente del 88, mientras el artefacto explosivo caía por el aire, y la Reina, que iba en el lado izquierdo, se había inclinado para saludar a unas damas que se encontraban en una tribuna.
El ministro Romanones se había retirado a descansar tras la ceremonia, porque creía pasado el peligro al no ocurrir nada en el interior del templo, y recibió en su casa la noticia. Hechas las primeras averiguaciones, se llegó a la conclusión de que el autor había sido un joven, Mateo Morral, hijo de un fabricante textil, conocido en Barcelona por ser profesor en la Escuela Moderna, de orientación ácrata, que dirigía Francisco Ferrer. Romanones puso precio a su cabeza en 25.000 pesetas, que aportó de su propio bolsillo. El 2 de junio, un guardia jurado de Torrejón de Ardoz vio al sospechoso, pero Morral pudo disparar contra él, matándolo, y luego se suicidó.
Tras el terrible atentado, los Reyes llegaron en el carruaje de respeto a palacio, subieron la gran escalinata con Alfonso rodeando a Victoria por la cintura con su brazo izquierdo. Arriba les aguardaban ya muchos invitados, que no sospechaban lo que había ocurrido, y a los que saludaron con serenidad, pero aún impresionados por el suceso. Se celebró la comida de gala, pero se suspendieron otros actos.
Alfonso XIII iniciaba así su matrimonio que no auguraba acontecimientos felices. Días después, Moret lograba recomponer su Gobierno, en el que ya no figuraba Romanones, aunque este político desempeñaría la presidencia del Consejo de Ministros varias veces en el futuro y, según cuenta en sus memorias, siguió viendo el retrato de Victoria Eugenia durante algunos años.
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