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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado
Resiliencia Urbana

Medicina preventiva contra catástrofes

Los desastres naturales de la última década han afectado a 220 millones de personas y causado daños económicos de 100 millones de dólares anuales. Anticiparse puede disminuir la intensidad de sus efectos

Efectos del huracán del 2016 en Manta, Ecuador.
Efectos del huracán del 2016 en Manta, Ecuador.European Union/ECHO (Irin News)
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Más vale prevenir que curar. Esta premisa, utilizada y promovida a través de todas las culturas y religiones en temas de salud, es la esencia que define el marco estratégico de una ciudad resiliente: conocerse como ciudad; identificar las vulnerabilidades de una misma; prevenir para reducir el riesgo de que una catástrofe te afecte.

Alrededor del 90 % de la expansión urbana tiene lugar en países en desarrollo y se espera que 2,500 millones de personas se trasladen a zonas urbanas en los próximos 25 años. Aparte de la presión que se generará sobre los territorios, gran parte de esta expansión ocurrirá en zonas de riesgo: riberas o litorales costeros. Desgraciadamente, gran parte de ese crecimiento también ocurrirá en zonas sin planificación urbana: en asentamientos informales.

Los efectos del cambio climático acentúan todos estos retos. Los datos y costes de la gestión a causa de desastres naturales de la última década son realmente dantescos: han afectado a más de 220 millones de personas y causado daños económicos de 100 millones de dólares anuales. La cantidad de personas afectadas por catástrofes desde 1992 llega a 4.400 millones (equivalente a 64% de la población mundial), y el daño económico es de unos dos billones de dólares (equivalente 25 años del total de la Ayuda Oficial al Desarrollo).

No se puede evitar que ciertas enfermedades ocurran, pero sí se puede prevenir para disminuir la intensidad de sus efectos, acortar la duración de sus síntomas y generar mayor resistencia para evitar que se repitan. Es aplicar esa medicina preventina a la gestión de ciudades.

Según la iniciativa 100 Resilient Cities de la Rockefeller Foundation, la resiliencia urbana se define como la "capacidad de individuos, comunidades, instituciones y empresas de una ciudad para sobrevivir, adaptarse y desarrollarse sin importar qué tipo de estrés crónico e impactos agudos experimenten".

La iniciativa, que nació en 2013, seleccionó a 100 ciudades para ayudarlas a diseñar estrategias innovadoras con el objetivo de que sean más resistentes a los desafíos físicos, sociales y económicos. Las 100 ciudades, de las cuales Barcelona es la única española, reciben recursos para ser apoyadas creando el cargo de responsable de resiliencia, así como para coordinar la estrategia de resiliencia de la ciudad. Ello lo hace a través de un proceso de identificación de soluciones participativo con proveedores de servicios y socios de los sectores privado, público y de ONG que pueden contribuir a implementarla.

ONU Hábitat define la resiliencia urbana como “la capacidad medible de cualquier sistema urbano, con sus habitantes, para mantener la continuidad a través de todos los impactos y tensiones, mientras se adapta y se transforma positivamente hacia la sostenibilidad”. El concepto ha de aludir a la capacidad de los asentamientos humanos para resistir y recuperarse rápidamente de cualquier peligro plausible. Ello no solo contempla la reducción de riesgos y daños de catástrofes, sino también la capacidad de volver rápidamente a una situación de estabilidad.

Precisamente, ONU Hábitat creó la unidad de Reducción de Riesgos y del Programa de Perfiles de Ciudades Resilientes en Barcelona, para proveer a gobiernos las herramientas necesarias para medir y aumentar la resiliencia frente al impacto de múltiples amenazas, entre ellas, las relacionadas con el cambio climático.

Esteban León, director de la unidad, explica la tendencia de la organización en el ámbito de resiliencia: "En su origen empezamos promoviendo la reducción de riesgos, pero cuando empezaron las grandes catástrofes naturales entendimos que no podíamos ir detrás de un desastre tras otro. Teníamos que empezar a preparar a las ciudades para que pudieran gestionarlos".

Una de las herramientas que utiliza para ello es el City Resilience Profiling Tool (CRPT). El CRPT proporciona un marco para la recopilación de datos urbanos con la participación activa de todos los grupos de interés relevantes para desarrollar una identificación preliminar de las lagunas y oportunidades sobre los aspectos que afectan a la estructura y funcionalidad de la ciudad. Actualmente, la herramienta se está implementando en ciudades tan variadas como Dakar (Senegal), Maputo (Mozambique), Asunción (Paraguay), Yakutsk (Rusia), Port Vila (Vanuatu) o Teresina (Brasil).

“Nosotros no queremos decir a las ciudades cómo han de cambiar” comenta Esteban León desde sus oficinas en el Recinto Modernista de Sant Pau, “sino prepararlas para un constante cambio; que sepan identificar los retos a los que se van a enfrentar y pongan en marcha estrategias para reducirlos y gestionarlos”.

Para ello, ONU Hábitat también ha creado la plataforma de conocimiento Urban Resilience Hub, con apoyo del Ayuntamiento de Barcelona y la Comisión Europea, para proporcionar conocimiento, herramientas y soluciones que hagan que las ciudades gestionen mejor su resiliencia y puedan avanzar hacia un desarrollo urbano sostenible.

El creciente número de personas en riesgo debido a la rápida urbanización, a la poca planificación, al aumento de asentamientos informales descontrolados y al aumento de densidad de población en zonas propensas a catástrofes acentúa la necesidad de desarrollar estrategias de resiliencia. Y en definitiva, serán las ciudades y sus gobiernos locales, como principales responsables de dar respuesta a la ciudadanía ante las crisis, las que tienen la responsabilidad de ponerlas en marcha. Al final, prevenir en gestión y planificación urbana es una necesidad que ya no se puede ignorar.

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