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CLAVES
Columna
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Puigdemont titiritero

El enredo catalán agota, consume hasta la última gota de propios y extraños, estrecha el margen del que disponen los ‘indepes’

Carles Puigdemont posa para los periodistas durante una reunión con políticos catalanes el 5 de mayo de 2018 en Berlín.Foto: atlas | Vídeo: Odd Andersen
Xavier Vidal-Folch

La agonía es el estado que precede a la muerte; y también la angustia del moribundo.

Es el corolario del agón (del griego): la lucha por la vida, el desafío total, la competición al límite. O el juego: teatral, deportivo. Los Juegos Panhelénicos (Olímpicos, Délficos...) eran el éxtasis de lo agónico.

La fase final del juego indepe del pasado otoño caduca en quince días. El hito inmediato de Carles Puigdemont y su tropa en Berlín este fin de semana es el nuevo amago de su investidura telemática, curiosamente fraguada en reuniones de sus fieles, eso sí, presenciales, se ve que ellos sí necesitan verse.

¿Cómo? Mediante la trapacería de una reforma (que permite investir a distancia) de la Ley de Presidencia que todos reconocen ilegal. Ya lo dictaminó así el Consejo de Garantías Estatutarias, órgano de la Generalitat que se vuelven a pasar por el forro.

Como saben que esto tampoco valdrá, hay que buscar el designio en otra parte. El cálculo es: incordiar al presidente del Parlament (de Esquerra) otra vez con el molesto dilema de si es leal al llamado president legítim, o si prefiere ir a la cárcel con su antecesora; enseguida, o a la vez, que el Gobierno recurra la reforma y denigrar su intervencionismo; luego, tras el día 14 (¡ya está agendado!), repetir el juego con Jordi Sànchez; y al filo del día 22 (el límite), investir un presidente títere.

Igual no logran depararnos tan denigrante (institucionalmente) secuencia parlamentaria... si al marianismo se le ocurriera no recurrir enseguida, sino esperar unos días, devolviendo la pelota a los funambulistas. Pero no se conoce un registrador de la propiedad tan juguetón.

El enredo agota, consume hasta la última gota (del latín, gutta) de propios y extraños; angosta (del latín, angustare), estrecha el margen del que disponen los indepes; agosta (por el tórrido mes octavo, rebautizado agosto, augustus, en honor del emperador Octavio Augusto), seca, abrasa el prestigio de la catalanidad.

Si hay nuevo president y no las elecciones con las que tamborilea Carles, este intentará que sea un sucesor transitorio, provisional, interino, eventual, su único agón para seguir mandando. Un títere, de forma que Cataluña carezca de verdadero president y solo disponga, agónicamente, de presidente titiritero.

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