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El arte de criar sin complejos

Una guía para disfrutar del ser padres anteponiendo las necesidades del bebé y alejándonos de juicios, falsos mitos e ideas preconcebidas

Getty
Nacho Meneses

Cuando María Angustias Salmerón fue madre por primera vez y se quedó a solas con su hija, de poco le sirvió su extensa formación como pediatra en los hospitales de La Paz y Ruber Internacional. Se dio cuenta de que le asaltaban las mismas dudas que a otras madres y que mucho de cuanto había leído no explicaba cosas que ella tenía la urgencia de saber. Las recomendaciones peregrinas abundaban (incluso por parte de algunos profesionales sanitarios o de personas que ni siquiera tenían hijos) y descubrió la falsedad de muchos mitos que impedían disfrutar plenamente de esa nueva personita que había puesto patas arriba su lista de prioridades. De ahí surgió el blog mimamayanoespediatra y, recientemente, el libro Criar sin complejos (EDAF, 2018), en el que huye de dogmas inamovibles sobre cómo hacer las cosas, desmonta esas creencias y facilita abordar la crianza desde el punto de vista del bebé y de sus necesidades, “sin posicionamientos, sin culpabilidades y tratando todos esos temas que muchas veces nadie explica”.

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Según María se fue adentrando en la maternidad, vio que existían muchas corrientes y que cada una recomendaba una cosa diferente. Pero ninguna explicaba lo que es realmente un bebé, qué necesidades tiene y por qué se comporta así. “Cuando un libro te dice cómo tienes que actuar y te da unas directrices cerradas, probablemente se equivoque porque le servirá a unos padres pero a otros no. El cómo haces las cosas depende mucho de cómo seáis tu bebé y tú, de todo lo que hayas vivido y de cómo te comportes en otras esferas de tu vida. Al final hay muchos caminos correctos”. Y sobre todo, asegura, es importante que seamos conscientes de que no somos ni seres ni padres perfectos, que cometeremos errores y que no pasa nada.

Cada capítulo de Criar sin complejos habla de una necesidad diferente: desde la de ser padres a la de amor incondicional, la de contacto con el bebé, la alimentación, el sueño, el dejarlos crecer, cuidarlos… para que padres y madres aprendan a conocer a su hijo y decidan cuál es la mejor manera de cubrir sus necesidades, “sin olvidar que nosotros también tenemos las nuestras. Hay que disfrutar de los buenos momentos, que son muchos, y aprender de los malos, y la sociedad debe permitir que las emociones negativas puedan ser compartidas y escuchadas sin necesidad de dar consejos como si fueran verdades absolutas ni juzgar”, afirma. Cada necesidad esconde detrás un mito que ha existido siempre y que hay que desterrar.

La necesidad de contacto del bebé. Aquello de “no lo cojas tanto que se acostumbra” hace que muchas personas no demuestren toda la afectividad y el cariño que realmente sienten. Incluso el personal de algunos hospitales te dice que lo dejes en la cuna, cuando lo que necesitan adulto y bebé es todo lo contrario. “Cuando hay contacto piel con piel, u otro contacto íntimo como un abrazo, se libera oxitocina, la llamada hormona del amor. Aparte de sus funciones biológicas (como favorecer la lactancia materna), tiene también beneficios psicológicos de regulación emocional, fomenta en los padres esa sensación de capacitación en la maternidad y paternidad, favorece los lazos afectivos entre personas y, en definitiva, el desarrollo de un vínculo de apego seguro”. Los primeros tres años de vida son esenciales en el desarrollo de ese vínculo especial entre padres e hijos pero se irá forjando a lo largo de la vida, y tiene momentos críticos como la adolescencia y cuando somos padres. Si nuestros padres nos apoyan y comprenden cuando tenemos nuestro primer hijo, esa relación se estrechará aún más. Pero si nos sentimos juzgados e incomprendidos, nos alejaremos de ellos. Un niño con un vínculo de apego seguro se convertirá en un niño seguro, que conoce los límites, que es capaz de explorar su entorno y que a nivel afectivo es una persona confiada”.

La necesidad de sueño del bebé. “Si no duerme bien, dale cereales y ya verás cómo duerme”; “no le dejes que duerma la siesta porque si llega más cansado va a dormir mejor”... Pues no, al final el sueño es un proceso psicoevolutivo, un hito del desarrollo igual que conseguir que el niño ande. Hagas lo que hagas, al final va a andar; con el sueño es exactamente igual. “Tu bebé sabe dormir, lo que pasa es que lo hace de una manera totalmente diferente a la de un adulto, y al final las necesidades del bebé y de los papás compiten, lo que genera el cansancio extremo que muchos padres arrastramos”, afirma Salmerón. “Cuando el niño nace, tiene un ritmo ultradiano. Esto significa que en un ciclo de 24 horas él tiene microdías que, dependiendo del bebé, duran hora y media, dos o tres horas en las que el niño come, duerme, lo cambias... A medida que va haciéndose mayor va madurando y adquiriendo la capacidad de estar despierto durante el día y dormido por la noche, que es el ritmo circadiano, lo que normalmente hacemos los adultos. Lo que pasa es que ese proceso va poco a poco”.

La necesidad de amor incondicional. “No lo cojas tanto que se acostumbra”; “déjalo llorar porque lo vas a consentir…” Nada de esto es cierto. Tu bebé nace necesitando que alguien lo cuide y le dé cariño, y saber hacerlo en cada etapa de su desarrollo te convertirá en su referente. Primero, desarrollando un apego seguro, y también practicando una parentalidad y disciplina positivas. Se trata de educarlos poniendo límites, pero haciéndolo con cariño. Y no esperes poder evitar sus rabietas, porque son inevitables, confiesa Salmerón: “Es un proceso psicoevolutivo totalmente normal. No lo hacen para fastidiarte, sino porque no saben dar una traducción a su frustración. Lo que te enseña la parentalidad positiva es a escuchar a tu niño y a ponerle límites sin coacciones ni mediante la violencia verbal o física. Por ejemplo, imagínate que se te pasa la hora y que tu niño tiene que recoger los juguetes pero no quiere. ¿Qué haces? ¿No los recoges y te vas a bañarle? ¿Los recoges tú? ¿Le regañas y estáis enfadados hasta que lo haga? Hay un camino alternativo, que tiene en cuenta tus objetivos a largo plazo, como enseñarle la importancia de ayudar, de ponerse en el lugar del otro, de respetarse. Explicáselo: “Sé que estás muy cansado, sé que ahora no te apetece recoger los juguetes… Vamos a hacerlo entre los dos. Además, si terminamos rápido vamos al baño y allí hacemos no sé qué que te encanta...” Es un estímulo. Bueno, pues recogéis los juguetes en cinco minutos y no ha hecho falta pelearse”. Y luego, al final, todos los padres chillamos en algún momento a nuestros hijos… No pasa nada, pídele perdón. Qué mejor manera de enseñarle que todos nos equivocamos que con tu ejemplo”.

La necesidad de dejarlos crecer. Lo fundamental es no confundir la estimulación y la protección con la sobreestimulación y la sobreprotección, porque pueden provocar el efecto contrario al que buscamos. Estimular a un niño no es involucrarle en multitud de actividades. “Un niño sobreestimulado es un niño que no va a saber aburrirse, no va a entender bien los tiempos y siempre va a necesitar tener millones de estímulos porque ha aprendido a desarrollarse así”, sostiene Salmerón. “Y un niño sobreprotegido va a ser muy inseguro porque necesita en todo momento el apoyo de otro. Puedes estar pendiente de él en el parque pero no siempre encima de él, para que pueda explorar. Si necesita ayuda te la va a pedir; si le llevas siempre de la mano nunca aprenderá a tirarse solo por el tobogán. Muchas veces los padres, por ese miedo a que se hagan daño, les llevan de la mano en todas las esferas de su vida… Tienes que dejarle la posibilidad de caerse, tanto a nivel físico como psicológico, y de poder rectificar. Si no, llegará a la adolescencia sin saber cómo afrontar los problemas”.

La necesidad de ser alimentados. “No le des tanto el pecho que se va a acostumbrar”. Otro falso mito. “La lactancia cubre dos necesidades del niño: la succión nutritiva y la no nutritiva. El niño que toma lactancia materna generalmente no quiere chupete, porque el pecho cubre ambas funciones. Sin embargo, si el niño toma biberón usará el chupete para la succión no nutritiva. En realidad, cuando te dicen eso de “no uses la teta de chupete” deberían decir “no uses el chupete de teta”... Como pediatra Salmerón recomienda la lactancia materna, pero en el libro no se decanta por ninguna opción. “Aunque sea lo ideal, eso no quiere decir que funcione para una familia en concreto. Si una madre no quiere optar por ella pero tú no haces sino recomendarla, igual para ese bebé será mucho más perjudicial porque tendrá una mamá que se siente frustrada y lo está pasando fatal”. Y optes por la lactancia que optes, recuerda mantener el contacto (coge a tu bebé si le das el biberón, abrázalo, deja que te acaricie…) y que no hay necesidad de despertarlo cada tres horas si no te lo pide. También habla del proceso de destete y de la importancia de comer en familia, además de cerrar el libro con un capítulo dedicado a los primeros auxilios y cómo afrontar las enfermedades más frecuentes.

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Sobre la firma

Nacho Meneses
Coordinador y redactor del canal de Formación de EL PAÍS, está especializado en educación y tendencias profesionales, además de colaborar en Mamas & Papas, donde escribe de educación, salud y crianza. Es licenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Valladolid y Máster de Periodismo UAM / EL PAÍS

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