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La tóxica relación entre moda y naturaleza

Una exposición en Londres explora el daño que la industria de la moda ha causado al planeta y se hace eco de iniciativas para un futuro sostenible

Capa de plumas de gallo elaborada en 1895 y que forma parte de la muestra 'Fashioned from Nature'.
Capa de plumas de gallo elaborada en 1895 y que forma parte de la muestra 'Fashioned from Nature'.Victoria and Albert Museum

En los casi 150 años que median entre un vestido de muselina de 1868, decorado con 5.000 alas extraídas de escarabajos vivos, y el modelo de Calvin Klein realizado a partir de botellas de plástico recicladas que Emma Watson llevó a la gala del MET en 2016 se ha recorrido un largo camino. Ambas prendas forman parte de la nueva exposición Fashioned from Nature, que podrá visitarse en el Victoria & Albert Museum de Londres hasta el 27 de enero de 2019, y simbolizan polos opuestos de su hilo conductor: la relación entre moda y naturaleza. O más concretamente, cómo el abuso de los recursos naturales por parte de esta industria ha tenido consecuencias devastadoras para el medio ambiente y el mundo animal.

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En total, el museo ha reunido unas 300 prendas y objetos —de lo bello a lo perturbador—, que se remontan a principios del siglo XVII y llegan hasta el futuro (en la sección final se incluyen prototipos fabricados con tejidos tan revolucionarios que aún no son viables comercialmente). “Muy a menudo, la ropa que vestimos refleja nuestro amor por la naturaleza. Como contrapunto, la moda depende de ella para obtener sus materias primas; es una relación agridulce", explica Edwina Ehrman, comisaria de la exposición, a EL PAÍS. "He querido plantear dos preguntas: ¿Cómo podemos diseñar una industria de la moda más sostenible? Y ¿qué podemos aprender del pasado?".

Estructurada en dos niveles, en el piso de abajo se ilustra de forma cronológica la introducción de materiales como la seda, el algodón, la lana o el lino, y el impacto altamente contaminante de la posterior revolución textil, que abrió la puerta a la moda de masas. También se refleja el gusto de cada época con prendas y accesorios creados con pieles, plumas o huesos de animales (además del citado vestido con alas de escarabajo, una de las piezas más chocantes son unos pendientes de 1875 con cabezas de pájaros disecados). Pero también se presenta a los pioneros del activismo medioambiental, y se muestran materiales que, ya desde el siglo XIX, se publicitaban como una alternativa a los de origen animal. “El más exitoso fue el marfil vegetal, lo que demuestra que cuando un gran número de gente se niega a usar un producto animal, los fabricantes dan con otra posibilidad”, apunta Ehrman.

Camiseta de Greenpeace alertando sobre el cambio climático en 1990.
Camiseta de Greenpeace alertando sobre el cambio climático en 1990.Victoria and Albert Museum

En el piso superior, centrado en los siglos XX y XXI, piezas de Gaultier, Alexander McQueen, Dior o Christopher Kane dan fe de lo prolífica que resulta la naturaleza como musa. Una de esas prendas, un vestido estampado con huevos de ave de la colección de Costura de 2016 de Giles Deacon, es, por su simbolismo sutil, la favorita de la comisaria. “Lo llamó el 'vestido Fabergé' porque los huevos de pájaro son tan valiosos como los incrustados de joyas de Fabergé”, señala. Además, una zona dedicada al activismo reivindica la defensa del planeta de diseñadores como Vivienne Westwood, colectivos como Greenpeace o movimientos como Fashion Revolution —que precisamente esta semana celebra su gran evento anual, la Fashion Revolution Week—, surgido a raíz de la tragedia del Rana Plaza cinco años atrás.

Vestido de noche realizado en viscosa y rayón.
Vestido de noche realizado en viscosa y rayón.Victoria and Albert Museum

Desde propuestas factibles como remendar la ropa o no lavarla tan a menudo al desarrollo de tejidos tan innovadores como la “fibra de naranja” utilizada por Ferragamo o los diseños con “seda de araña” de Stella McCartney con Bolt Threads, la parte final de la muestra aborda el potencial de diseñadores y consumidores para convertirse en parte de la solución en vez del problema. “Alguien me dijo el otro día que los consumidores no se preocupan, y no creo que sea cierto. Pero necesitan ayuda para aprender a tomar mejores decisiones. Me gustaría que los visitantes se queden con la sensación de que estamos haciendo progresos y, desde luego, no busco que nadie se sienta culpable", afirma Ehrman. La exposición llega en un momento oportuno: la sostenibilidad está en el centro del debate y los grandes conglomerados de lujo están reevaluando su posición en él.

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