_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sobre papel

Analógico o digital un libro será siempre un tesoro, pero no se sabe si la inteligencia robótica artificial un día será también humanismo

Manuel Vicent
© GETTYIMAGES

A lo largo de la historia fue suficiente una tablilla de barro, una corteza de árbol, un papiro, un pergamino, un papel o una pizarra en el aula para alumbrar las ideas que desde el cerebro humano se deslizaban armoniosamente por el brazo impulsadas por los latidos del corazón. Al llegar a los dedos de la mano, las ideas envueltas en sangre se encontraban con un punzón, con un lápiz de carbón, con una pluma de ave o con una tiza, que las convertía en signos, en números, en palabras escritas, perdurables. La imprenta fue un gran avance mecánico, pero de este ingenio conocíamos sus entrañas y sabíamos cómo funcionaba. Hasta finales del siglo XX, toda la sabiduría de la humanidad había sido grabada con estos instrumentos rudimentarios, a través de los cuales se asomó al exterior el pensamiento de los filósofos, de los científicos, de todos los creadores. Pero hoy, las ideas que bajan desde el cerebro a la mano, antes de aparecer en la pantalla, atraviesan una selva digital impenetrable, llena de elfos electrónicos desconocidos, ante los cuales no hay sabio en este mundo que no sienta complejo de inferioridad. Esas criaturas cuánticas, invisibles, no siempre amigables, imponen una servidumbre de paso, hasta el punto que son ellas las que marcan el camino que debe seguir en adelante el cerebro humano. El ordenador ya es en sí mismo una forma de pensar, de crear, de imaginar. Y también de leer. Cuando con los ojos cerrados aspiramos las páginas de un libro viejo su aroma nos lleva a la corteza de árbol, al papiro, al pergamino, al punzón, a la pluma, a la linotipia, a una sabiduría pegada a los sentidos; en cambio, las palabras electrónicas son líquidas y emergen de una jungla virtual insondable. Analógico o digital, un libro será siempre un tesoro, pero no se sabe si la inteligencia robótica artificial un día será también humanismo.

 

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_