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Miedo a la libertad
Columna
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Aves negras sobre España

En todo el mundo corren malos tiempos para los modelos legales y democráticos

Manifestación para exigir la liberación de los políticos y representantes independentistas presos.
Manifestación para exigir la liberación de los políticos y representantes independentistas presos.EL PAIS

El conflicto catalán amenaza con convertirse en el 23-F de Felipe VI. Pero, a diferencia de su padre, no cuenta con el apoyo unánime en el tema catalán, al contrario del respaldo que obtuvo el rey Juan Carlos cuando frenó el golpe de Estado y se legitimó, por si alguien tenía dudas, en esa noche trágica que despertó los miedos ancestrales de un pueblo que esperaba una nueva era.

Pese a la existencia de un sector de la izquierda y de independentistas que reclaman la República, en este nuevo trance, Felipe VI no puede olvidar que es Rey de todos los españoles, incluso de aquellos que ya no quieren seguir siéndolo. Es preciso recordar que la Constitución española otorga a la Monarquía la capacidad de moderación y mediación para el normal funcionamiento de las instituciones.

La historia gasta bromas pesadas. Una de ellas es la coincidencia de que fuera precisamente a un rey Felipe, Felipe V en el siglo XVIII, a quien le tocara igualmente terminar con los intentos secesionistas.

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Hoy, ese evento se celebra como la mayor fiesta de la catalanidad, pese a que sea la conmemoración de una derrota, conocida como la Diada. Es una espiral preocupante, no solo porque el reinado de Felipe VI estará marcado por esta circunstancia, sino porque la crisis catalana se ha convertido en una olimpiada de sinsentidos y, sobre todo, de desaparición de cualquier atisbo de autocrítica por parte de sus protagonistas.

Las Españas vuelven a enfrentarse y enconarse. La no convivencia vuelve a planear sobre la historia del país, hecha a base de enfrentamientos fratricidas que parecían arrumbados por la memoria de un éxito absolutamente increíble: el de la Transición, que se mostró como ejemplo a seguir en el mundo entero.

De la situación a la que hemos llegado es culpable principal el expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont por los atentados permanentes que se hicieron desde su Ejecutivo contra la legalidad constitucional, pero el Gobierno español ha demostrado falta de cintura política y una incapacidad para intentar un diálogo que tratara de evitar una crisis como la actual, de tan difícil solución.

En todo el mundo corren malos tiempos para los modelos legales y democráticos, pero, sobre todo, son peores para aquellas sociedades y aquellos modelos que ya no se basan en la acción política sino en el quién puede más.

La respuesta de Europa, frente a la crisis catalana, es unánime en el respaldo oficial al Gobierno español, pero se aprecia una quiebra en algunas de sus representaciones. Obsérvese la decisión de la justicia alemana, que dictó la libertad bajo fianza para Puigdemont al no apreciar un delito de rebelión, y a la británica, que ha retrasado hasta agosto la decisión sobre la extradición de la consejera catalana Clara Ponsatí, también requerida por España por su participación en el referéndum ilegal del pasado 1 de octubre.

Mientras tanto, el sentimiento anticatalán y antiespañol de unos y otros no deja de crecer cada día por la incapacidad política y la falta de ese sentido común que dicta que cualquier ley se puede transformar, pero no vulnerar. Aves negras sobrevuelan la democracia española.

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