De Samarkanda a Tombuctú
Diez lugares que solo por su bello nombre mercería la pena visitar una vez en la vida
Hoy escribo desde Samarkanda, en el corazón de la ruta de la Seda, la antigua capital de un imperio que se extendía por toda Asia. La ciudad más icónica de Uzbekistán, cuyo sonoro nombre evoca oasis perdidos, mercancías preciosas y mil y una noches al abrigo de palacios de azulejos esmaltados. Pero no es la única ciudad de nombre tan bello cuya sola mención incita a viajar hasta ella. Estas son otras con topónimo igual de sugerente (aunque luego, cuando llegues, la realidad sea otra):
Samarkanda (Uzbekistán)
No es únicamente por su nombre. Solo por ver atardecer sobre la plaza del Registan merecería la pena el largo viaje. Tres imponentes madrasas de los siglos XIV y XVI cubiertas de azulejos vidriados cierran este espacio soberbio, una de las plazas más hermosas de Asia y hasta del mundo, me atrevería decir. Por desgracia, la Rusia zarista transformó la antigua ciudad caravanera en una urbe moderna de amplias avenidas y a algunos viajeros, Samarkanda les decepciona.
Tombuctú (Mali)
“A Tombuctú, 52 días” rezaba un famoso cartel en Zagora (Marruecos), al final del valle del Draa y en la antesala del gran Sáhara. 52 días… en camello, claro. ¿Quién no ha soñado con ir a una ciudad de nombre tan sonoro y ubicación tan remota? Tombuctú, en Mali, fue la capital intelectual y cultural del islam africano. Un centro de sabiduría lleno de madrasas, mezquitas y bibliotecas en las orillas del río Níger, donde se fundó una de las primeras universidades del mundo. Sus calles de arena y sus casas y mezquitas de adobe aún recuerdan aquel pasado glorioso (y ya muy lejano).
Chihuahua (México)
Chihuahua es otra de esas ciudades de nombre mítico a las que cuando llegas compruebas que de mítico solo tiene el nombre. Es una ciudad amplia, calurosa y moderna poco frecuentada por turistas y los pocos que llegan lo suelen hacer a bordo del Chepe, el famoso tren que viene desde el Pacífico. Sin embargo, en esta apartada ciudad del desierto norte de México, más conocida por los perros homónimos que por sus encantos arquitectónicos, se cocieron algunos de los principales episodios de la historia del país, incluidos los que rodean a su vecino más famoso: Pancho Villa.
Shangri-La (China)
Shangri-La fue una invención del escritor británico James Hilton, que denominó así al monasterio budista perdido en la cordillera del Himalaya —reducto de sabiduría y felicidad en el que sus moradores nunca envejecían— donde transcurría su famosa novela Horizontes perdidos. La película de Frank Capra de 1937 basada en la novela de Hilton terminó de popularizar el mito de Shangri-La. Pero ahora Shangri-La existe de verdad: el Gobierno chino, conocedor del potencial turístico del nombre, rebautizó a la ciudad de Zhondiang y a su anexo monasterio de Sumtsenling, al suroeste de China, en las planicies tibetanas de la provincia de Yunnan, con el nombre de Shangri-La para aprovechar el tirón mediático. El truco funcionó: desde entonces llegan muchos más turistas a Zhondiang/Shangri-La.
Turkestan (Kazajistán)
Turkestan fue una de las ciudades más prósperas de la Ruta de la Seda. Hoy forma el principal complejo arqueológico de Kazajistán, aunque en realidad del viejo Turkestan solo queda el mausoleo de Khoja Ahmed Yasawi, un gran —aunque inconcluso— edificio recubierto de azulejos vidriados mandado construir en el siglo XIV por el gran Tamerlán. Es uno de los centros de peregrinación más famosos del Asia Central. Dicen que tres visitas piadosas a este lugar santo equivalen a una a La Meca.
Comala (México)
Los admiradores de Juan Rulfo tienden a pensar que Comala, esa ciudad sobrenatural en la que discurre Pedro Páramo, era una invención del genial Rulfo. Y mira por donde resulta que esa ciudad fantasmal y terrosa, mitad realidad, mitad fantasía mitológica de toda la cosmogonía ritual del México atávico, no era un contexto literario sino que existe. Comala es un municipio perdido en el pequeño Estado de Colima, a unos 160 kilómetros al sur de Guadalajara y poco más de 50 de las olas batientes del océano Pacífico, vale. Sí, Comala existe. Y no se parece en nada a la de la novela.
Potosí (Bolivia)
Poco podían imaginar los primeros aventureros españoles que empezaron a escarbar en un cerro en el sureste de la actual Bolivia al que los indígenas llamaban algo parecido a Potosí que no solo iban a dar con la mayor veta de plata de la incipiente colonia sino que el nombre del lugar pasaría a la historia como sinónimo de alto valor. Hoy Potosí es una ironía. Una ciudad de mineros pobres cuyo nombre sigue siendo sinónimo de esplendor. Los 2.000 edificios coloniales del casco antiguo fueron declarados junto con el Cerro Rico Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987. Son su mayor atractivo turístico.
Pernambuco (Brasil)
El refranero popular sitúa Pernambuco en el quinto pino. No en vano era el sitio al que huían Mortadelo y Filemón siempre que tenían que poner tierra de por medio. Pero en realidad Pernambuco no está tan lejos, al menos según de dónde. Pernambuco es, dice Wikipedia, un Estado del Noreste de Brasil, con 101.023 kilómetros cuadrados de superficie y capital en Recife. Es además uno de los Estados más turísticos de Brasil, con excelentes playas como la de Itamaracá, a unos 50 kilómetros al norte de Recife, y la de Tamandaré, 90 kilómetros al sur de la capital.
Tamanrasset (Argelia)
Sus calles arenosas, las viviendas de planta baja rodeadas siempre de altas tapias tras las que se escenificaba el secreto de la vida familiar, la sombra de los grandes tamaris que plantaron los franceses en los años treinta y que crecieron porque cada vecino estaba obligado a regar el que tenía enfrente de su casa, el bullicio del mercado donde se mezclaban árabes, nómadas, turistas y altivos tuareg enfundados en su eterno turbante de color añil, las bellas montañas desnudas del Hoggar que la rodean... Tamanrasset, la capital del profundo Sáhara argelino, fue la meca de varias generaciones de viajeros. Hasta que primero la guerra civil argelina y luego la demencia integrista contra los extranjeros interpuso entre ella y el resto del mundo un muro mucho más peligroso e infranqueable que el desierto.
Ushuaia (Argentina)
Ushuaia es otro topónimo que suena a aventura y lejanía. Una ciudad de frontera, bañada por una luz gris y espectral, levantada por Argentina en la ribera norte del canal de Beagle sobre un antiguo poblado yagan para facilitar la colonización de su parte de Tierra del Fuego. Oficialmente es la ciudad más austral del mundo, aseveración que cabreará mucho a mis amigos chilenos, que argumentan que Puerto Williams, la localidad chilena en su parte del canal, está más al sur (cosa que es cierta, lo que pasa —dicen los argentinos— que no tiene la catalogación de ciudad). Tenga quien tenga razón, Ushuaia merece la pena una visita solo por decir… yo estuve en un sitio de nombre tan bello.
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