La otra heredera del imperio Inditex
Dolores Ortega Renedo, sobrina de Amancio Ortega, se convierte en la tercera accionista del grupo
Amancio es el Ortega de referencia pero quien en buena parte tejió el imperio Inditex fue el clan familiar. Además de él y de su primera mujer, Rosalía Mera, en las tiendas de ropa La Maja trabajaron sus hermanos mayores, Antonio y Josefa. Pero era ella la que, al acabar el horario laboral, se dedicaba a hacer las cuentas de la naciente empresa. Por edad, Dolores Ortega Renedo (A Coruña, 1959) no perteneció a aquel núcleo duro, pero sí su padre, Antonio Ortega Gaona, que falleció en 1987 cuando todavía no había cumplido los 70 años, y su madre, Primitiva Renedo, una costurera vallisoletana que fue la primera de las miles de mujeres que, con una modesta máquina de coser, puso en marcha el mayor grupo textil del mundo. Por eso, cuando en 2001 salió a bolsa aquel conjunto de empresas erigido desde mediados de los años 60, la hija de Antonio y Primitiva fue la única que, salvo la pareja fundadora, poseía más del 1% de las acciones.
Loli Ortega ha heredado el gen discreto de los Ortega, y de ella poco más se dice que trabajaba en Inditex, como prácticamente todo el clan familiar. Y aunque no vive en la misma misma finca en la que tenía su casa Rosalía Mera, donde vivía parte de la familia, también reside en el municipio de Oleiros. Pero, aunque su carácter no hubiera sido así, sus movimientos tanto financieros como sociales hubieran quedado opacados por los de su marido, Juan Carlos Rodríguez Cebrián. “Para la gente de la casa él es el perfecto tiburón de los negocios: frío, calculador y poco dado a sensiblerías”. Así definía al marido de Loli, entonces director general de Inditex la periodista Cecilia Montllor en su libro Zarápolis (2001). Quizá eso en aquella época pre-crisis eran elogios.
Rodríguez Cebrián (Ourense, 1954), nieto de un expresidente del Deportivo, había comenzado como propietario de uno de los primeros pubs en la Ciudad Vieja, y en 1978 entró a trabajar en Inditex. Después, como cuenta el periodista Xabier R. Blanco en Rosalía Mera, el hilo suelto (2015), se convirtió en el sobrino político de Amancio y en uno de sus dos acompañantes en aquellos eternos viajes para ampliar mercado a bordo de un Citroën CX, “que solo paraba para llenar el depósito, y que en un año llegó a superar los dos millones de kilómetros”.
Rodríguez Cebrián fue director general de Inditex y “brazo derecho” del presidente de 2000 a 2005. Desde entonces, pese a que su salida fue un tanto abrupta y no ha vuelto a tener relaciones empresariales con Ortega, su nombre siempre aparece escrito con el prefijo “el sobrino político”. Y a pesar de que lo dejó “para dedicarse a la gestión de patrimonio personal y familiar y a sus propios proyectos empresariales”, según comunicó en su día, el manejo del patrimonio de los Rodríguez-Ortega no ha sido afortunado. El matrimonio tenía, antes de la salida a bolsa, algo más del 3% de Inditex, y vendió la mitad. Ella recibió 208 millones y él 54. Dolores, que poseía un 1,14% del Inditex cotizado, mantiene un 0,90%, con un valor aproximado de unos 700 millones de euros. Ella y su madre, Primitiva Renedo (otro 0,90%), participan a partes iguales en la sociedad Marlolan S.L.
Marlolan fue uno de los portaaviones que Rodríguez Cebrián usó cuando hizo la guerra por su cuenta. Dolores Ortega lo utilizó para hacerse con el 9% de la catalana Hábitat, mientras su marido, se hacía con un porcentaje similar en Martinsa Fadesa. El estallido de la burbuja los sorprendió con unos 200 millones de euros invertidos en ladrillo, en esas y otras aventuras que se fueron a pique. Incluso operaciones diseñadas en A Coruña bajo el gobierno de Paco Vázquez encontraron obstáculos legales. No es que fuesen la ruina, ni mucho menos, pero en 2015, el matrimonio vendía por siete millones de euros a un empresario chino el megayate Tumberry, mayor que los de Florentino Pérez o Rafael del Pino, y también más que el otro que estaba siempre atracado a su lado en el Náutico de Sanxenxo, el Valoria de su tío político.
Dicen que a Dolores no le gusta tanto navegar y tampoco mucho la orientación que ahora toman los negocios de su marido: una macrodiscoteca en un complejo de ocio en el terreno portuario, un restaurante… En definitiva, una cierta vuelta a los orígenes. A los hosteleros.
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